Page 38 - Edición final para libro digital
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culturas no llegaría nunca a su fin mediante la venganza. De todos
              modos, el estatus del teniente Kachka en el escalafón no le otorgaba
              influencia suficiente como para conseguir que sus tesis alcanzasen
              siquiera un mínimo de repercusión. Corría, sin embargo, el riesgo
              de molestar a personajes mucho más destacados, tanto en el ejército
              como en la política, que podrían incluso acabar con su carrera. Por
              esa razón, Ariel debía mantener un difícil equilibrio entre aquello
              que él consideraba justo y lo que algunos de sus superiores espera-
              ban de él.
                 Llevaba en su destino un par de años, cuando le fue trasladado el
              expediente de dos palestinos capturados en Netiv HaAsara, quienes
              intentaran pasar a Gaza a través de uno de los cientos de túneles que
              cruzaban la frontera bajo los muros. Los capturados eran dos hom-
              bres de unos veinticinco o veintiséis años. Ambos habían sido dete-
              nidos portando artículos de contrabando para vender al otro lado,
              donde la escasez de ciertos productos hacía del estraperlo un lucra-
              tivo negocio para quienes se atrevieran a correr el riesgo de traficar
              con los mismos. Evidentemente, a aquellos dos sujetos su aventura
              no les había salido bien, pero lo más grave para ellos consistía en el
              hecho de que portaban armas en el momento de ser interceptados, y
              si bien no llegaron a utilizarlas, era axiomático que no eran simples
              contrabandistas de tabaco o alimentos. La gravedad que suponía tal
              suceso fue la causa de que les trasladasen a la prisión de Ascalón,
              en vez de ser retenidos en la comisaría de Netiv HaAsara, donde
              solían pasar unos cuantos días quienes sólo se dedicaban a traficar
              con elementos menores. La resolución sobre el castigo que por su
              atrevimiento merecerían aquellos dos hombres, recaería entonces en
              la jurisdicción de Ariel Kachka.
                 —Mi teniente, aquí tiene el expediente que acaba de llegar de
              Ascalón sobre esos dos palestinos —le dijo el cabo segundo que ha-
              cía de secretario y conserje en aquel departamento.
                 —Gracias Abner —respondió Ariel, sin mirar siquiera a quien le
              ponía aquellos folios sobre la mesa.
                 Aquel sujeto que se apostaba en la mesa del recibidor, a pesar
              de ser aún joven, llevaba ya varios años ejerciendo de ayudante del


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