Page 42 - Edición final para libro digital
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— ¿Por qué razón habría de olvidarle?, ¿y por qué razón le satis-
              face que no lo haya hecho? —preguntó ella, con mucha más curio-
              sidad en su segunda demanda.
                 —Pues…, porque soy judío. Las palestinas no tenéis muy buen
              concepto de los judíos, y mucho menos de los militares. Siempre he
              tenido la impresión de que nunca pusiste mucha atención en mí a
              pesar de haber pasado tantas horas juntos en aquella ocasión —dijo
              Ariel—. En cuanto a lo segundo, quizás no sea aún el momento de
              que lo sepas. Pero espero que lleguemos a conocernos lo suficiente
              para que lo comprendas.
                 Ariel, aunque a nadie había dicho nada, ni siquiera a Raveh, su
              compañero por aquel entonces, ya se había fijado en Fatma cuando
              le tocara protegerla y ayudarla en aquel desgraciado suceso. La belle-
              za de la joven había despertado en él una atracción especial, si bien
              entonces se había visto obligado a priorizar la responsabilidad ante
              sus nacientes ilusiones. Kachka creyó, al separarse de la muchacha,
              que con el pasar de los años no volvería a acordarse de aquel fugaz
              sentimiento, pero, casi ocho años después, la presencia de la guapa
              palestina le devolvía el recuerdo de lo que había sido su primera
              atracción realmente afectiva hacia una mujer. Un deseo ajeno a lo
              meramente físico, y mucho más intenso que una simple sugestión
              visual. Mas, en esta ocasión, no debería superar el embarazoso tran-
              ce de acompañarla en su infortunio sino todo lo contrario, podría
              mantener su esperanza. Sin duda le ayudaría la coyuntura profesio-
              nal que se le presentaba inesperadamente. Nadie pondría en duda
              su criterio a la hora de seleccionar a la aspirante idónea para el cargo
              ofertado.
                 Ante sí tenía la oportunidad de retomar la iniciativa a la que
              había tenido que renunciar siendo aún un joven soldado. La ocasión
              no podría presentarse más favorable, Fatma solicitaba aquel empleo
              y él era el responsable de valorar a los candidatos. No era la joven
              palestina la única demandante, pero para el teniente era, sin lugar
              a dudas, la más preparada. Incluso antes de evaluar a los demás o
              conocer siquiera sus capacidades. Al joven oficial no le movía en
              aquel instante su sentido de la equidad, sino su deseo de tener cerca


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