Page 145 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

            sol, el soberbio patrón descendió del vehículo siempre flanqueado
            por dos de sus empleados más fieles. Yo lo había visto llegar desde
            la ventana del comedor, donde le esperábamos para almorzar desde
            hacía un buen rato. Se abrió la puerta del lado contrario y una des-
            pampanante rubia apareció enfundada en un ajustado vestido azul,
            era una mujer muy joven, no tendría más de 22 años, y su porte
            era el de alguien poderoso e inteligente. No daba la impresión de
            tratarse de la clásica dama de compañía o prostituta de lujo; aquella
            joven tenía clase, más que la que intentaba aparentar mi padre que,
            en su empeño por parecer un importante hombre de negocios, a
            veces llegaba a resultar casi grotesco.
                 Al verlos venir hacía la casa nos apresuramos a ocupar nuestros
            respectivos asientos en la mesa, levantándonos para saludar edu-
            cadamente a la desconocida al entrar ambos en el comedor. Mi
            padre, con una enorme sonrisa e intentando parecer un verdadero
            caballero, procedió a las presentaciones.
                 —Buenas tardes chicos, os presento a la señorita Susana Es-
            cande, ella es relaciones públicas y directora general de Meeting
            and Entertainment, Susana, estos son mi hija Ana y dos buenos
            amigos suyos—refiriéndose a nosotros con clara intención de apa-
            rentar una inexistente normalidad.
                 Los tres saludamos al unísono a la imponente mujer.
                 —Buenas tarde señorita Escande.
                 —Hola chicos, ¿qué tal?, —nos respondió ella con inesperada
            naturalidad.
                 —Muy bien, gracias.
                 —Vamos a comer que son ya más de las dos —intervino Bre-
            mon al tiempo que apartaba una de las sillas hacía atrás para facili-
            tar la toma de asiento de la señorita Escande.
                 Durante el almuerzo se habló muy poco, tan sólo los dos adul-
            tos intercambiaron algunas palabras sobre temas que no alcanzába-
            mos a entender nosotros, pero ya en los postres, Susana se interesó
            por mí sacando a colación el desconocimiento de mi existencia has-


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