Page 143 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

                 —Está bien, hablemos. Creo que debí habéroslo contado el
            primer día, quizás nos hubiésemos evitado todo esto por lo que
            estamos pasando.
                 —No te sientas culpable, es normal que te sintieses avergonza-
            da por ello, probablemente yo hubiese hecho lo mismo.
                 —No lo creo, tú eres mucho más responsable que yo.
                 No dije nada pero en mi interior aún sonaba el reproche por
            todas las estupideces que había cometido desde que conociera a
            Miguel. No dejaba de pensar en lo que estarían pasando mis tíos;
            sólo imaginar la angustia que debían estar padeciendo hizo inevita-
            ble que de mis mejillas brotasen unas incontenibles lágrimas. Elena
            me consoló; la situación resultaba paradójica ya que, supuestamen-
            te, era yo quien debía animarla a ella. Aquello me hizo sentirme
            egoísta, al fin y al cabo yo había tenido todas las facilidades para
            evitar involucrarme en aquel mundo y, a pesar de mi ejemplari-
            zante infancia y mi personal compromiso por evitar repetir las cir-
            cunstancias que habían marcado para siempre mi inocencia, allí
            estaba, metida de lleno en el ambiente que condujera a mi madre a
            una vida miserable y, finalmente, a una muerte triste y prematura.
            Superado el bajón que me produjo el reproche de mi consciencia
            pude continuar indagando en las desdichas de mi compañera.
                 Como respuesta a mi curiosidad, Elena me contó detallada-
            mente lo ocurrido en su encuentro con Bremon y las circunstan-
            cias que la llevaron a cometer aquella degradante acción. Ante su
            testimonio no podía menos que reafirmar el sentimiento de re-
            pugnancia que sentía por mi padre, e incluso llegué casi a sentir
            satisfacción por la muerte del tal Ernesto; aunque el resentimiento
            era una sensación que me hacía sentir ruin como persona, el hastío
            que me producía el comportamiento de aquella gente, sobre todo
            de quien utilizaba los sentimientos de la mujer que le amaba para
            obligarla a prostituirse y financiar sus propios vicios, era causa más
            que justificada para que aflorase en mí una faceta oculta hasta aquel
            momento: la frialdad de pensamiento y el deseo de venganza.


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