Page 151 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

            brina se sumaba entonces la dejadez de la única persona en la que
            podía encontrar apoyo.
                 El 21 de diciembre, cumpleaños de su sobrina Ana, y ante la
            inminencia de las fiestas navideñas, Carmen consideró que de nada
            servía seguir allí lamentándose. No quería afrontar tan señaladas fe-
            chas en soledad, recordando tiempos mejores y debatiéndose entre
            la conveniencia de continuar esperando un milagro o terminar de
            una vez con aquel suplicio. Comió tan sólo un poco de ensalada,
            como tantas otras veces desde que comenzara aquel calvario. Al ter-
            minar se dirigió a su cuarto y se puso un chándal azul que solía usar
            cuando trabajaba en el jardín, cogió todo el dinero que guardaba en
            un cajón de la cómoda, metió en una pequeña maleta algo de ropa
            y un neceser, y salió con la firme determinación de no regresar has-
            ta haber encontrado a su sobrina o, en caso contrario, hasta haber
            disipado las dudas respecto a su destino. Resultaba contradictorio
            que viviendo en la misma ciudad decidiese abandonar su casa para
            llevar a cabo la búsqueda, pero desde que la dejara su marido aquel
            lugar le resultaba agobiante; todo cuanto la rodeaba agudizaba su
            depresión y temía cometer una locura si continuaba sola en aquella
            vivienda. Momentáneamente se instalaría en un hotel del centro
            ya que, probablemente, tendría que trasladarse a otras localidades
            siguiendo cualquier vestigio que la acercase a su objetivo.
                 Carmen sabía que le resultaría tremendamente difícil empren-
            der ella sola la tarea que se había propuesto, por lo cual pensó en
            solicitar la ayuda de alguien que hubiese conocido a los chicos. Sara
            era la única persona que realmente podría darle alguna pista sobre
            las actividades de Ana anteriores a su desaparición, por lo cual se
            dirigió a la casa de la adolescente.
                 —Hola —saludó Carmen a la señora que le abrió la puerta—,
            soy la tía de Ana, quisiera hablar con Sara.
                 —Hola señora Forcano, mi hija me ha hablado de usted y de
            todo lo ocurrido. Lamento mucho lo de su sobrina. Pase, por favor.
                 —Gracias —respondió Carmen Forcano ante la invitación de


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