Page 195 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

                 —Ya le llamo ahora, ¿nos vemos luego? —me preguntó cuán-
            do ya me estaba marchando.
                 —Supongo que sí, tampoco es que tenga mucho a donde ir
            ahora.
                 Todo estaba saliendo a la perfección y sin embargo no podía
            evitar estar nerviosa, la idea de volver a ver a los muchachos y a
            Sara me causaba una gran ansiedad; pero no podía expresar mi
            sentir ante mi padre, él era una persona muy minuciosa y podría
            darse cuenta de que mi comportamiento no se correspondía con mi
            carácter tranquilo y algo sumiso. Tendría que esforzarme en mante-
            ner la calma hasta el sábado y, sobre todo, convencer a Susana para
            que fuese mi cómplice en aquella cita. Los días que restaban para el
            fin de semana transcurrieron con una exasperante lentitud, Miguel
            y yo no hablamos mucho más sobre el tema, yo no quería decirle
            nada hasta no estar con los demás y comprobar su reacción a mis
            propuestas. Susana solía venir todos los viernes y ese sería el día en
            el que convenceríamos a Bremon para salir juntas al día siguiente,
            tenía plena confianza en ella y mi padre también, sin duda no iba a
            ser leal con los dos, pero sabía que podía confiar en ella.
                 La mañana del sábado me levanté temprano, no eran aún las
            siete y ya no podía seguir durmiendo; procuré no hacer ruido para
            no despertar a Elena, que dormía en la cama de al lado, por lo cual
            abandoné la alcoba descalza y, así, me dirigí a la cocina, preparé un
            frugal desayuno y salí a pasear por el jardín. Hacía frío y aún era
            noche cerrada, pero necesitaba que me diese el aire para despejar
            las ideas. Hacía días que le venía dando vueltas al asunto pero no
            había conseguido aplacar mis nervios, el deseo de ver nuevamente
            a mi mejor amiga y la preocupación por parecer una líder ante los
            muchachos, que no conocían aún mi nueva faceta, me mantenía en
            tensión y tenía sólo unas horas para prepararme para aquel encuen-
            tro, sobre todo, para conseguir en él los resultados que buscaba. Si
            no convencía a los amigos de Miguel para que hiciesen lo que yo
            les pediría, todos mis planes no habrían servido para nada. Aquel


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