Page 41 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

                 —Hola —le dije antes de que él abriese siquiera la boca.
                 —Hola, ¿qué tal estas?, he estado escuchando que mañana das
            una fiesta de cumpleaños. No sabía que los cumplías mañana, me
            gustaría felicitarte.
                 —Te lo agradezco.
                 —¿No pensabas decirme nada?, ¿acaso te he hecho algo para
            que pases de mi de esta manera?
                 —¿Que yo paso de ti? —repliqué indignada—, casi ni me has
            hablado este último mes. Acaso pretendes que me arrastre a tus
            pies mientras tú te das el lote con la fresca de Sonia, me han dolido
            mucho las cosas que me has hecho Miguel; sé que me consideras
            demasiado niña para ti y que sólo pretendes utilizarme para presu-
            mir con tus amigos, pero no pienso darte la oportunidad de que lo
            hagas.
                 —Ana, comprendo que te sientas resentida, pero no tienes
            razón en eso. La verdad es que me has gustado desde el primer
            momento. Cierto que te veo muy joven, pero eso no me importa
            porque sé que tienes la mentalidad de una chica madura, además
            de un cuerpo precioso.
                 —Casi un mes luchando para sacarme de la cabeza a aquel chi-
            co y en tan sólo unos segundos acababa de volver a hacerme perder
            el juicio. Una simple excusa y un par de frases bonitas le habían bas-
            tado para tenerme nuevamente donde quería; en aquel momento
            no sabía si sentirme una idiota o una afortunada. En realidad nunca
            había abandonado el deseo de oír aquella declaración por su parte; a
            pesar de saber que la mejor opción era olvidarle y abandonar defini-
            tivamente tan peligrosa aventura, en ningún momento había dejado
            de pensar en él, y todos mis intentos por quitármelo definitivamente
            de la cabeza no habían llegado a ser más que una inútil tentativa
            para fugarme de la prisión sentimental en la que me encerraba tan
            extraña relación. Una vez más sentía aquella necesidad imperiosa de
            permanecer a su lado, de compartir con él mis alegrías, por lo cual,
            casi sin darme ni cuenta, le pedí que asistiese a mi cumpleaños.


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