Page 38 - Mucho antes de ser mujer
P. 38

Mucho antes de ser mujer

                 —No sabía que le tuvieses que dar explicaciones a la niña —le
            dijo Sonia a Miguel.
                 —Ni yo.
                 En su comentario se denotaba extrañeza y un cierto punto de
            chulería. El haberme dejado llevar por mi instinto me iba a costar
            mucho más que un simple vacile. Miguel sabía ya, sin la menor
            duda, que me sentía profundamente atraída por él, y para alguien
            con tan pocos escrúpulos, como era su caso, el poder que ejercería
            sobre mí en adelante iba a ser fuente de muchos de mis problemas.
                 Le pedí por favor que me llevase de vuelta, ya no tenía sentido
            tomar parte en aquella fiesta. Sin decir una palabra me indicó con
            una simple seña que me subiese a la moto; nadie hizo comentario
            alguno, tampoco Sonia. Estaba claro que Miguel ejercía una pode-
            rosa influencia sobre el grupo y yo había pasado a formar parte del
            mismo.
                 Me dejó junto al colegio, en el parque, y regresó al río. Yo per-
            manecí allí sentada durante más de una hora hasta que, supuesta-
            mente, deberían terminar las clases, entonces volví a casa. Al llegar
            me dirigí directamente a mi cuarto y permanecí allí encerrada. Mi
            tía Carmen, que me había visto entrar sin detenerme a saludarla,
            llamó a la puerta para preguntarme qué me ocurría. Le dije que me
            dolía el estómago y que no bajaría a cenar pero, por alguna razón,
            ella intuía que mi padecimiento nada tenía que ver con el dolor
            físico.
                 —Abre la puerta Ana, puedes contarme a mí lo que te ocurre.
                 —No me ocurre nada, sólo quiero descansar.
                 —Ábreme, si no quieres hablar al menos déjame ver que estás
            bien.
                 —No podía ni quería preocupar a Tía Carmen, así que, se-
            cándome las lágrimas, fui a abrir. Ella entró en silencio sin decirme
            absolutamente nada, sólo me abrazó y acarició mis cabellos con
            infinita ternura; entonces rompí a llorar sobre su hombro y así per-
            manecimos durante un largo espacio de tiempo.


                                       — 37—
   33   34   35   36   37   38   39   40   41   42   43