Page 34 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

            por eso no te llamé, estaba esperando a ver si tú te decidías a venir,
            vamos, te los presentaré. Sabes que mi deseo es que te conozcan y
            que te integres en nuestro grupo.
                 Me tomó de la mano y caminé con él hacia donde se encon-
            traba la peña, sólo estaban cuatro de los seis chicos que viera el día
            anterior, sentados sobre el respaldo del banco se quedaron algo cor-
            tados al verme, parecía que no supiesen muy bien cómo reaccionar.
            Estaba claro que el cabecilla del grupo era Miguel y que los demás
            temían decir algo que le molestase. Después de unos tensos segun-
            dos en silencio, Miguel rompió la tensión diciendo: +
                 —Ésta es Ana, una buena amiga del instituto, de ahora en
            adelante forma parte de nuestro grupo, así que vamos a tratarla
            igual que si fuese una más de nosotros, no quiero malos rollos.
                 Todos asintieron sin hacer una sola pregunta; incluso Sonia
            permaneció callada y asumió sin rechistar las palabras de Miguel.
            Inmediatamente después de dejarles clara la situación comenzó a
            presentarme a cada uno de sus fieles acompañantes.
                 —Éste se llama Rodrigo, pero lo conocemos como Tapón por-
            que es chiquito y cabezón como un corcho de champán, —los de-
            más rompieron a reír ante el jocoso comentario—; éste es Aurelio,
            el Auri; éste con cara de sátiro es Tomás, más conocido como el
            Chochetes por su afición a levantarle las faldas a las tías; y ese de ahí
            es Ernesto, el Buen Samaritano —concluyó la presentación entre
            risas.
                 Los fui saludando a todos con la mayor educación, a pesar de
            lo poco que me gustaba aquella tropa, no eran precisamente las per-
            sonas a las cuales confiaría mi seguridad; pero no quería separarme
            de Miguel, y si formar parte de aquella caterva era la única manera
            de continuar a su lado, me convertiría en una de ellos.
                 Sonia y yo nos sentamos en otro banco que se encontraba
            ligeramente separado del que ellos estaban y Miguel se quedó de
            pie delante de sus amigos, hablándoles en voz baja, desde donde
            nosotras estábamos no alcanzábamos a escuchar nada de lo que


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