Page 37 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez
hacía a ella culpable de la situación, siendo, indudablemente, una
víctima más de la experiencia y la manipulación de Miguel. A pesar
de todo asumí con resignación la circunstancia; me subí a la moto
con Auri y, junto con los otros tres, nos dirigimos hacia el puente.
Había transcurrido ya más de una hora desde que llegáramos
al lugar donde nos deberíamos juntar con Miguel y Sonia pero
no aparecieron, los cuatro amigos habían adoptado conmigo una
postura de distanciamiento y charlaban entre ellos apoyados en sus
motos, junto al camino que descendía hasta el río desde la entrada
del puente. Yo había bajado ya y me entretenía tirando piedrecitas
a las hojas que flotaban llevadas por la suave y cristalina corriente.
Obnubilada y poseída por mis propios demonios, intentaba
aparecer tranquila cuando en realidad era presa de la desesperación.
¿Qué podían estar haciendo esos dos tanto tiempo?, el supermerca-
do estaba a poco más de un kilómetro de allí, ¿les habría ocurrido
algo o estarían disfrutando juntos mientras yo permanecía como
una idiota esperando impaciente su llegada?, ambas posibilidades
me hacían sentir profundamente mal. Decidí compartir mi desaso-
siego con los otros chicos, pero al girarme y verlos allí arriba, char-
lando con total tranquilidad, pensé que no sería una buena idea; no
quería ser motivo de mofa y mucho menos que notasen mi enorme
atracción hacia Miguel. Ya tenía que soportar la indiferencia con la
que me trataba a veces como para darle razones que alimentasen su
vanidad.
El escandaloso ruido de la moto de Miguel me liberó de mi
abstracción; sin darme siquiera cuenta subí corriendo el sendero,
como si alguien eternamente esperado acabase de llegar en ese mo-
mento.
—¿Se puede saber dónde habéis estado? —le pregunté altera-
da, como si por alguna razón él me tuviese que dar explicaciones
de sus actos.
Todos se quedaron mirándome como si no comprendiesen mi
actitud.
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