Page 36 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

            que realmente no sentía —os esperamos en el puente, ¿con quién
            iré hasta allí?
                 —Ve con el Auri en su moto, del Chochetes no me fío, que
            igual te mete mano —una vez más adornó sus palabras con otra
            sonora risa.
                 La situación comenzaba a resultarme bochornosa; aquel estú-
            pido macarra tan sólo merecía mi desprecio y sin embargo, incom-
            prensiblemente, cuanto más me humillaba más me atraía. Nunca
            llegué a comprender la razón que me hacía aceptar tan insultante
            sometimiento, pero por aquel entonces era incapaz de razonar con
            lucidez. A tan corta edad, y supuestamente enamorada, no alcan-
            zaba a ver aquella realidad como algo inaceptable y moralmente
            reprobable. Asumía mi papel en el convencimiento de que una
            relación amorosa sólo era posible desempeñando con naturalidad
            mi rol de mujer dócil y resignada. La actitud que mostraba Sonia
            no favorecía en nada a la aplicación de mis principios, bajo nin-
            gún concepto quería que aquel chico pasase de mí, y viendo como
            aquella zorra conseguía ser su centro de atención, era más fuerte
            mi deseo de atraer a Miguel que mi dignidad de mujer. Ni siquiera
            el recuerdo de mi madre, que tantos ejemplos me había dado de
            aquello a lo que nunca debería llegar, conseguía arrancarme en esos
            momentos de la atracción que sentía por aquel miserable.
                 Fue al verles cómo se alejaban, con Sonia fuertemente abra-
            zada a él, cuando dejé aflorar mi disgusto, soltando una maldición
            entre dientes; Auri se me acercó con una estúpida sonrisa dicién-
            dome:
                 —¿Te gusta Miguel, eh?
                 Estaba rabiosa, y la pregunta de aquel memo casi desata mi
            Ira.
                 —Eso no es problema tuyo, ya has oído lo que dijo, vamos a
            esperarlos al río.
                 Tuve que contener mi deseo de pagar con Auri todo el resenti-
            miento que sentía hacia la descarada de Sonia. Inexplicablemente la


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