Page 31 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

            pañes. A mí me gustan las chicas atrevidas y que sepan divertirse
            conmigo, y tú eres demasiado mojigata.
                 Aquello me sentó mal, no me gustaba que pensase eso de mí
            y me propuse demostrarle que yo podía ser la chica que a él le
            gustaba. Voy a cumplir trece dentro de un mes y no soy ninguna
            mojigata, la otra vez no estaba preparada, no creí que iríamos a un
            sitio como aquel, pero si quieres presentarme a tus amigos iré con-
            tigo. En aquel momento, justo en ese instante, mi vida comenzó
            a venirse abajo; aunque para mí era el comienzo de algo que me
            permitiría estar al lado del chico al que quería, y eso era mi mayor
            felicidad entonces.
                 Al día siguiente quedamos en el parque antes de que comen-
            zasen las clases, nos saltaríamos la escuela para pasar la mañana por
            ahí con sus amigos. Me presenté a primera hora, deseosa de verle
            llegar; pero cuando se acercó con su moto pude ver que traía detrás,
            fuertemente abrazada a su cintura, a Sonia. Aquello me dejó des-
            concertada, no me esperaba que se presentase allí con su chica y no
            supe qué decir cuando ambos se bajaron y me saludaron.
                 —Espero que no te moleste venir con Sonia y conmigo, he-
            mos quedado con los amigos pero podemos ir los tres.
                 —Claro que no, seguro que nos divertiremos juntos —res-
            pondí, a pesar de mi, difícilmente disimulable, contrariedad.
                 Aquella inesperada situación torcía un poco mis planes, no me
            sentía nada cómoda con Sonia acompañándonos, y mucho peor
            me sentiría en cuanto comenzasen a besarse y a magrearse en mi
            presencia; pero aquel chico se había convertido en mi objetivo y
            cuanto más lo veía con aquella furcia  más me atraía.
                 Sin darme cuenta estaba comenzando a caminar por el abis-
            mo; mi actitud se había vuelto egoísta y comenzaba a obsesionarme
            por aquel chaval a pesar de conocer las consecuencias que esa rela-
            ción me aportaría.
                 —Pero... no podemos ir los tres en la moto —le dije sin mu-
            cho convencimiento.


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