Page 26 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

                 —Agárrate fuerte —me dijo mientras aceleraba y salía levan-
            tando la rueda delantera.
                 Le gustaba hacerse notar, llamar la atención, y conmigo lo
            estaba consiguiendo, su actitud chulesca y su aspecto de sobrado
            despertaban en mí un enorme interés. A cada momento, cada gesto
            o actuación que llevaba a cabo me hacía sentirme más atraída hacia
            él. Hoy día me resulta inexplicable que pudiese gustarme una per-
            sona así, pero en aquel entonces tenía sólo doce años.
                 Agarrada fuertemente a su torso me dejé llevar. Nos dirigimos
            hacia la parte alta de la ciudad, una zona no muy recomendable por
            la que solía andar mi madre cuando no estaba en la cárcel.
                 —¿Adónde vamos? —le pregunté algo incómoda.
                 —Tengo amigos por aquí, te los voy a presentar.
                 —No me gusta este lugar, no quiero estar aquí.
                 A mi cabeza venía el recuerdo de tantas tardes imaginándo-
            me a mi progenitora vagando con la mirada perdida en busca de
            alguien que le ofreciese una dosis a cambio de cualquier cosa, in-
            cluido el sexo. Nunca la había visto pero sabía que esa había sido su
            vida, y ahora, al ver a aquellos chicos y chicas en esas circunstancias
            percibía, en cada uno de sus rostros, el semblante de mi madre.
                 Miguel no conocía mi drama, y pienso que de haberlo sabi-
            do tampoco le importaría mucho. Siguió adelante y junto a unas
            canchas de baloncesto cercadas, donde las paredes de los edificios
            colindantes y los bancos públicos eran fieles ejemplos del arte calle-
            jero, detuvo la moto.
                 —Ven —me dijo— vas a conocer a mis amigos, te caerán
            bien, ya verás.
                 —No quiero estar aquí Miguel —le respondí algo asustada.
            Aquel ambiente no me gustaba y me estaba arrepintiendo de haber-
            me dejado convencer para faltar a clase.
                 —Llévame de vuelta a la escuela, por favor —casi le supliqué.
                 Miguel puso cara de contrariedad pero no siguió presionán-
            dome.


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