Page 72 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

                 —Bueno, a lo mejor no entra aquí.
                 —¿A dónde te parece que puede ir?, viene derecha hacia la
            puerta.
                 —No nos ha visto aún, ¿quieres que nos vayamos en cuanto
            entre?
                 —No, no tengo por qué escapar de nadie, aunque nos vea no
            pienso ni mirarla.
                 —No sé, tal vez sería mejor que nos fuésemos, te veo nerviosa.
                 —¿Tanto se me nota?
                 —Tendrías que haberte visto la cara cuando la reconociste, te
            será muy difícil disimular.
                 —No me importa, no pienso moverme de aquí.
                 —Como quieras.
                 Ambas seguimos conversando e intentando aparentar norma-
            lidad mientras Sonia entraba en el local. Debido a nuestra situación
            en un rincón, entre la barra y el ventanal, ella no pudo vernos. Se
            dirigió directamente al lado contrario del mostrador ocupando una
            mesa en la otra esquina y quedando, de esa forma, fuera de nuestro
            campo de visión. Aquello me tranquilizó, aunque intentaba disi-
            mularlo estaba extremadamente nerviosa y no sabía cuál sería mi
            reacción si llegásemos a cruzar nuestras miradas.
                 La camarera se acercó con nuestro pedido y mientras comía y
            escuchaba a Sara, que no paraba de hablar a pesar de tener la boca
            llena, me fui relajando y dejando de pensar en Sonia. Cuando es-
            tábamos ya a punto de irnos, Sara, que me hablaba animadamente
            de sus peripecias durante el viaje de fin de curso, enmudeció de
            repente al tiempo que se le ponían los ojos como platos. Perma-
            neció con la boca abierta sin decir nada, mirando fijamente hacia
            afuera; inmediatamente dirigí mi atención al punto que señalaban
            sus pupilas y pude ver a Miguel junto a su moto sujetando el casco
            en el asiento. No podía ver mi reflejo en el enorme cristal, pero mi
            expresión debió ser todo un compendio de inseguridad, nervios,
            sorpresa y miedo. Desbordada por aquel cúmulo de sensaciones no


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