Page 8 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer
que fueron, también, directamente responsables de su decadencia
personal y familiar. Pero quien realmente había arruinado nuestras
vidas era mi padre, aquel ser repugnante que no había llegado a
conocer y que, ya a mi corta edad, odiaba con todas las fuerzas.
Sabía por mi tía todo lo ocurrido a mi madre y, aunque debido a mi
inocencia no llegaba a comprender totalmente la situación, había
quedado grabado para siempre en mi naciente personalidad todo
el daño que ese individuo había hecho a mi progenitora, y cómo
había marcado mi propia infancia y mi futuro como persona adul-
ta. Al llegar la noche buscamos un lugar resguardado donde poder
cobijarnos, la temperatura era baja y apenas teníamos ropa de abri-
go. Conseguimos infiltrarnos en un portal y, allí acurrucadas, dor-
mir unas cuantas horas. Recuerdo que era un sábado y podíamos
escuchar en la calle el alboroto de quienes estaban aún de fiesta.
Mi mamá se durmió enseguida pero yo permanecí mucho tiempo
despierta, aquella situación era algo nuevo para mí, jamás había
pasado una noche en la calle y, aunque estábamos protegidas por
aquellas puertas de aluminio que cerraban el recibidor, podía oír en
el exterior todo el ruido provocado por grupos de borrachos y albo-
rotadores que festejaban, a su manera, un fin de semana bañado en
alcohol y drogas. Aquello me daba miedo, nunca antes había vivido
una situación semejante pero, finalmente, el cansancio pudo con
mis miedos y me quedé dormida. No recuerdo cuánto tiempo es-
tuve inerme hasta que sentí cómo alguien abría la puerta principal
del edificio, eso me hizo despertar y ponerme alerta. Estaba aterida
de frío y turbada. Me aferré fuertemente a mi madre, que seguía
profundamente dormida, y sin separar mi cabeza de sus senos miré
por el rabillo del ojo para ver quiénes llegaban. Pude ver enton-
ces a dos parejas de mediana edad que ni siquiera habían reparado
en nuestra presencia. Nos encontrábamos ambas encogidas en un
rincón, tras una planta ornamental que había justo al lado de la
hoja fija de la puerta, y ellos se dirigieron directamente al ascensor.
Fue allí, al darse la vuelta una de las señoras, cuando descubrieron
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