Page 96 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

            dablemente, quería entregarme. Mientras tomaba la nota que me
            estaba ofreciendo le pregunté:
                 —¿Quién te ha dado esto?
                 El chiquillo, sin responderme, señaló hacia una de las esqui-
            nas de la pista e inmediatamente se fue corriendo. Al mirar hacia
            el lugar que el crío me indicara no pude ver a nadie; instintiva-
            mente inspeccioné con la mirada todo el recinto en busca de la
            persona que pudiese haber enviado al chaval pero fue inútil; nadie
            que me resultase mínimamente conocido estaba por allí. Me giré
            nuevamente hacia mis compañeras, que ni siquiera se habían dado
            cuenta de lo sucedido, y les comenté lo que me acababa de ocurrir.
            Sara se puso inmediatamente seria y se me quedó mirando, no así
            Rosa y Tania que no conocían mis circunstancias y comenzaron a
            especular entre risas con la posibilidad de que alguno de aquellos
            chicos de los monopatines se hubiese fijado en mí.
                 Tenía fuertemente apretado en mi mano el papel y no me atre-
            vía a abrirlo, Sara me indicaba con movimientos de cabeza que no
            lo hiciese; pero Tania y Rosa estaban como locas pidiéndome que
            mirase lo que ponía.
                 —Anda, mira ya que es lo que pone, no nos tengas tanto tiem-
            po en ascuas.
                 —Seguro que es una tontería de algún atrevido, mejor ni leer-
            lo.
                 Ni siquiera pude percatarme cuando Rosa, con una rapidez
            asombrosa, me arrebato la nota alejándose apresuradamente del
            banco para que no pudiese quitársela. Entre risas y a pesar de mis
            intentos de convencerla para que no lo hiciese, leyó en voz alta lo
            que allí estaba escrito.
                 —Mañana a las seis donde quedamos, no me vuelvas a dejar
            plantado.
                 —¿No pone nada más? —le preguntó Tania.
                 —No, sólo eso, parece que Ana ya tiene novio.


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