Page 106 - De la luz a las tinieblas
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Amontonados en un rincón del recinto se encontraban los
avíos que habían traído los góronas, incluidas las
rudimentarias armas, construidas en piedra y madera, que les
servirían para protegerse contra cualquier posible enemigo
que se encontrasen en su camino.
Andrés se acercó al improvisado depósito, y comenzó con
el reparto de los diversos utensilios. Además de los odres con
peces, que ya tenían en su posesión Garan y Gosún;
disponían de cuatro lanzas, cuatro machetes de piedra, con
mangos de madera; seis botas de agua de veinte litros; cuatro
sacos de dormir, hechos de fibras vegetales; capas para
abrigarse y cuatro toscos arneses adaptados para portar las
diferentes cargas. Junto a todo ello, se encontraba también
una cuerda de unos veinte metros de largo, hecha de finas
lianas entrelazadas.
Andrés se encargó de repartir aquel material,
aprovisionando a cada uno de los componentes del grupo con
sus correspondientes arreos. Tan solo había armas para
cuatro, por lo cual la pregunta resultó inevitable.
—¿Es que los góronas no irán armados? —se interesó
Andrés.
Fue Dalman quien respondió a su pregunta.
—No, ellos no las necesitan. Son lo suficientemente
fuertes y agiles como para no precisar arma alguna, sus garras
pueden ser mucho más letales que las lanzas o los machetes.
Quizás, llegado el momento, sean nuestra más efectiva
defensa, puedes estar seguro.
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