Page 114 - De la luz a las tinieblas
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Terminaremos sufriendo el frío, el hambre y la sed por toda
          la eternidad —volvió a quejarse Dalman.

              —No alcanzo a comprender como aceptaste venir siendo
          tan pesimista. Yo no he obligado a nadie a que me acompañe,
          si has venido es porque has querido. Puedes volverte cuando
          quieras —le replicó Andrés, visiblemente incomodado por
          sus continuos reproches.
              —El chico tiene razón —apostilló Alterio— desde que
          abandonamos el poblado no has hecho más que quejarte.

              Orgán  intervino  para  evitar  que  la  discusión  se
          prolongase.  Quiso  tranquilizar  a  su  amigo,  a  la  vez  que
          desaprobaba su comportamiento.
              —Hemos decidido venir por voluntad propia. No puedes
          pasarte todo el tiempo haciéndole reproches al muchacho. He

          sido yo quien te convenció para tomar parte en esto. Si tienes
          algo que echarme en cara, hazlo. Pero deja en paz al chico.
              La reprimenda de Orgán surtió efecto. Dalman abandonó
          su actitud. Le tenía un gran respeto a su compañero, y no se
          atrevió a replicarle.
              Después de aquel pequeño rifirrafe, mantuvieron un largo

          silencio.  Un  silencio  que  rompió  finalmente  Andrés  al
          preguntar:
              —¿Quién  hará  la  primera  guardia?  Alguien  deberá
          permanecer  despierto  mientras  los  demás  descansan,  no
          sabemos qué podría ocurrirnos mientras dormimos.

              —Yo  la  haría  encantado  —dijo  Alterio—,  pero  os
          tendríais que fiar solo de mis oídos.




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