Page 153 - De la luz a las tinieblas
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Recorrieron no más de cincuenta metros, hasta un grupo
de barracas apiñadas.
Aquella zona era lo más parecido a una urbanización de
adosados que se podrían encontrar en tan modesto villorrio.
Andrés pensó: «hasta en esta especie de inframundo siguen
existiendo las clases y los poderes superiores».
El menesteroso oligarca llamó a todas las puertas. Pronto,
un grupo de cinco viejos consejeros, y el propio Heraán,
quien encabezaba la asamblea, se encontraron deliberando
sobre la petición de los foráneos. Mientras los líderes de la
comuna intercambiaban opiniones en el interior de una de las
casas, afuera esperaban impacientes los cuatro forasteros.
Después de un buen rato, los seis intervinientes en aquel
improvisado parlamento salieron a comunicar sus
conclusiones.
Heraán tomó la palabra.
—Hemos considerado vuestra petición, y llegamos a un
acuerdo. El ciego podrá quedarse, pero será bajo su propia
responsabilidad. Si apareciesen por aquí los cazadores, nada
haremos por ocultarlo. Les diremos que llegó solo y ciego.
Que por este motivo decidimos dejar que se quedase. No
arriesgaremos nuestro futuro por él. Si estáis de acuerdo con
las condiciones, puede permanecer en la choza donde estáis
ahora.
—Es su decisión —dijo Andrés, dirigiéndose a Alterio.
—Me quedo —respondió este sin vacilar.
—¿Estás seguro? —le preguntó Orgán–. Sabes bien lo
que te espera si apareciesen los cazadores.
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