Page 30 - De la luz a las tinieblas
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Cada vez comprendía menos todo aquello. Nada resultaba
          mínimamente natural en aquel bosque.
              «¿Cómo  podían  existir  árboles  y  vegetación,  aunque
          fuesen fuscos y lúgubres, en aquella interminable cerrazón?,

          ¿llegaría  en  algún  momento  el  albor  que  pusiese  fin  a  la
          perdurable  noche?,  ¿dónde  se  encontraba  el  firmamento
          conocido en aquel cielo vacío?».
              Eran  tantos  los  enigmas  que  consideró  mucho  más
          sensato  no  pensar  en  ello  y  dedicar  su  imaginación  a
          encontrar una forma de salir de allí.
              Ya  no  le  preocupaba  lo  que  pudiese  encontrarse  en
          adelante, esperaría la sorpresa y actuaría en consecuencia. Al
          fin y al cabo, no dependía lo que pudiese depararle el futuro,
          tan solo le cabía afrontarlo con la mayor entereza. Sobre todo,
          venciendo su miedo, el principal impedimento a la hora de
          reaccionar en situaciones inesperadas.
              Sobrellevando  como  podía  el  dolor  de  su  pierna,  y  la
          dificultad que le suponía caminar, se dirigió hacia la blanca

          piel  que  había  visto  anteriormente.  Quería  comprobar  si,
          efectivamente, se trataba del cordero extraviado.
              Al alcanzar la pieza, y observarla detenidamente, no le
          cupo la menor duda. Su pequeña oveja había corrido mucha
          peor suerte que él. Inerte, yacía sobre aquel suelo púrpura lo
          que quedaba de la razón que le había llevado a meterse en
          aquel submundo.
              Se irguió con dificultad y continuó lentamente su marcha.
          Aquel pequeño prado no tendría más de trescientos metros de
          longitud. A partir de allí la oscura foresta volvía a engullirlo
          todo.



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