Page 77 - De la luz a las tinieblas
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garantizarse el abastecimiento en mínimas condiciones para
          el consumo.

              Si, ya de por sí, aquellos bichos eran repulsivos a la vista
          y al olfato, no quería ni imaginarse lo que podrían ser en
          cuanto comenzasen a pudrirse.
              Después  de  un  buen,  rato  dándole  vueltas  a  su
          imaginación sin encontrar una solución viable, se le prendió
          la  luz  del  ingenio.  Llevarían  los  peces  vivos,  y  los  irían
          consumiendo según fuesen necesitándolos.

              Para ello, precisaban dos botos grandes llenos de agua,
          dentro  de  los  cuales  transportarían,  con  vida,  animales
          suficientes  para  alimentarse  durante  varias  jornadas.  Ello
          aumentaría  considerablemente  su  carga,  pero  les  evitaría
          tener que soportar las penalidades del hambre.

              Finalmente, a pesar de su supuesta inmortalidad, y del
          escaso  peligro  que  suponían  los  góronas,  según  sus
          aleccionadores camaradas, tendrían que portar algún arma.
          No tenía la más remota idea de lo que podía esperarles allí
          afuera.  Pero  no  podía  obviar  la  posibilidad  de  tener
          defenderse de algún desconocido atacante.


              Los dos ancianos apenas terminaban de desayunar cuando
          Alterio llamo a su puerta. Esta vez, Orgán pregunto desde el
          interior, sin levantarse para abrir.
              —¿Quién es?

              —Soy Alterio. Quisiera hablar con vosotros.
              —Adelante, puedes pasar.




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