Page 95 - De la luz a las tinieblas
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Aunque los pinchos suponían un necesario instrumento de
defensa, dudaba de su efectividad. La imposibilidad de
endurecer las puntas, por la carencia de fuego, convertía las
rústicas armas en instrumentos de muy limitada eficacia.
Su inquebrantable aspiración decaía por momentos ante
los inconvenientes que iba encontrando en la ejecución de su
plan.
Terminadas las imperfectas alabardas, se detuvo a pensar
durante unos minutos. Alterio permanecía callado, a la espera
de que el muchacho le expusiese un planteamiento razonable
que les permitiese continuar con su propósito.
—Alterio —dijo Andrés inesperadamente, y con
inusitado optimismo—. ¿Cómo ha hecho este machete?
—No lo he hecho yo. El górona que me abastece de agua
y comida me lo ha dado hace ya tiempo. Ellos tallan las
piedras, como lo hacían nuestros antepasados en la
prehistoria.
—Podríamos pedirles que nos hiciesen las armas. Sería
ideal que nos ayudasen con los preparativos.
—No sé. Jamás le he ordenado nada a Garan -así se
llamaba el górona que colaboraba con el invidente-, él me
sirve por voluntad propia. Los góronas no son esclavos, todo
cuanto hacen es por agradecimiento. A cambio del amparo
que les brindamos en la aldea. Se sienten seguros, alejados
de los especímenes más salvajes que habitan los bosques.
—Pero, quizás pidiéndoselo como un favor, acceda a
ayudarnos sin sentirse sometido.
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