Page 94 - De la luz a las tinieblas
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El  joven  traía  unas  cuantas  varas,  gruesas  y  de
          considerable longitud, y Alterio portaba en su mano algunas

          lianas.  Otros  bejucos  de  mayor  grosor  llenaban  el
          rudimentario saco que portaba el pastor atado a su cintura,
          junto al machete que habían utilizado para cortar aquellos
          maderos. Harían lo que pudiesen con esos materiales. Pero
          no  lo  tenían  nada  fácil.  Tendrían  que  componérselas  para
          llevar a cabo lo proyectado.
              La  pesada  tranquera,  que  debían  activar  los  guardias

          mediante  un  ingenioso  sistema  de  artesanales  cuerdas  y
          poleas,  se  abrió  una  vez  más  para  facilitar  el  paso  a  los
          retornados.
              Fueron  directamente  a  la  cabaña.  Allí,  Andrés  revisó
          nuevamente la lista y dibujos grabados sobre la tierra.

              —Creo que me precipité un poco al hacer los cálculos. No
          tenemos,  ni  por  asomo,  los  materiales  necesarios  para
          construir todas estas cosas. Espero que Orgán y Dalman se
          decidan  a  ayudarnos.  Quizás  ellos  tengan  alguna  idea
          interesante.
              —Ojalá.  No  te  quepa  duda  de  que  si  nos  acompañan

          formaremos un excelente equipo —aseveró el anciano.
              Ante el escaso material que habían podido recoger en el
          bosque, tan solo podían resignarse. Tendrían que apañárselas
          con aquello. Comenzaron ideando la mejor forma de hacer
          armas utilizables, con aquellas varas de madera y las pocas

          lianas conseguidas.
              La  primera  ocupación  de  Andrés  consistió  en  elaborar
          unas  cuantas  lanzas,  afilando  los  palos  con  el  machete.


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