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Muros. Historia viva


               A las cuatro y media de la tarde, cuando navegaba con rumbo a A Coruña,
            se formó una espesa niebla y, por causas desconocidas, al poco tiempo el barco
            chocó contra las piedras de los bajos de  Ximiela, a tres millas de Monte Louro;
            cerca de donde se hundiera el Cardenal Cisneros. La embarcación estaba coman-
            dada por el Capitán Ibargaray, experimentado marino con una amplia experien-
            cia y muchos años de servicio en la compañía, quien ya había hecho esa ruta en
            alguna otra ocasión, y por lo tanto conocedor de la misma.

               El segundo maquinista, uno de los supervivientes, fue el responsable de que
            no explotasen las calderas al tomar la iniciativa de parar la máquina en el mo-
            mento de la colisión, dando margen a que se pudiese arriar un bote salvavidas. A
            pesar de todo, el caos y la confusión que se desataron a bordo, así como el escaso
            tiempo que el buque se mantuvo la flote, tan so 8 minutos tardó en sumergirse,
            impidieron organizar el salvamento, y el bote, que se llenó de gente, naufragó
            junto al barco.
               De las 151 personas que viajaban a bordo del Larache en el momento del ac-
            cidente, tan solo fueron rescatadas con vida 61, las cuáles fueron recogidas com-
            pletamente desnudas por los pesqueros que se encontraban en la zona y llevad.
               El vapor Weller de Rouzas, con el ayudante de marina a bordo, junto al te-
            niente de carabineros, el administrador de aduanas y el médico municipal; se
            dirigió al lugar del siniestro sobre las siete de la tarde, pero a su llegada tan solo
            consiguieron ver la punta de los palos del vapor y varios objetos flotando.
               Ya no quedaba cerca del lugar ninguna embarcación ni vieron ningún cuerpo
            sobre el agua, por lo cual, ante la dificultad de llevar a cabo labores de búsqueda
            debido al fuerte oleaje, recogieron tres salvavidas junto a una puerta de un ca-
            marote y un ramo de flores artificiales y, a las ocho de la noche, abandonaron el
            lugar del naufragio.

               Cuando arribaron al muelle de Muros, sobre las nueve de la noche, ya se en-
            contraban en la Villa 47 supervivientes que habían sido rescatados por los pes-
            cadores locales y estaban siendo atendidos y aprovisionados de ropa, alimentos
            y tabaco. Todos ellos fueron alojados en casas del pueblo por los vecinos. Otros
            14 se encontraban en Porto do Son, donde habían sido trasladados por los barcos
            de aquella localidad que también habían participado en el rescate.
               En el puente del barco hundido viajaban el capitán José Ibargaray, el práctico
            de costa Manuel Pérez, el médico y el capellán de abordo, pereciendo todos ellos
            ahogados

               La compañía propietaria del barco envió a Muros otro vapor, el Leonora, para
            recoger a las víctimas, pero muchos de los supervivientes no quisieron volver a
            embarcar y fueron trasladados por tierra.


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