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José Manuel Bermúdez Siaba


          dio de la tragedia final. Después de sufrir una avería en la giroscópica y romper
          las bombas que suministraban agua a caldera, en medio de un fuerte temporal y
          con el barco casi sin gobierno, el capitán decide arribar a un puerto seguro para
          reparar el buque. Como primera opción decide entrar en Muros, pero cambió de
          idea al considerar que en Marín podrían reparar mejor los daños que sufría la
          nave. Finalmente optaron por dirigirse al puerto de la Escuela Naval Militar de
          esa localidad. Según se fue haciendo de noche las cosas empeoraron cuando un
          golpe de mar abrió un agujero en la proa del barco.
            Después de pasar la noche luchando contra el mal tiempo y las adversas con-
          diciones del navío, ya de madrugada, se vieron en la obligación de parar las
          máquinas.
            Al despuntar el día se encontraban a la altura de Corrubedo totalmente al ga-
          rete y en medio de grandes olas. Debido a las averías eléctricas no pudieron so-
          licitar ayuda hasta media mañana. Su mensaje de socorro lo recogieron la radio
          costera de Finisterre y un petrolero de C.A.M.P.S.A, el Camporraso, que hacía
          la ruta de Bilbao a Algeciras. A las 12:30 de la mañana llegó el petrolero al lado
          del Ariete, pero no pudo hacer nada, más que escoltarlo al no disponer de medios
          para intentar un remolque.
            La fragata se encontraba peligrosamente cerca de los bajos de A Praguiña, en
          Corrubedo, y seguía derivando hacia el nordeste. Alrededor de la una del medio-
          día, estando ya el Ariete a la altura de Monte Louro, llegó a su lado el destructor
          Legazpi, que consiguió darle un remolque, pero las estachas no aguantaron la
          fuerza ejercida por las olas y se partieron con facilidad. Después de muchos
          intentos por renovar el remolque sin conseguirlo, se acercaron peligrosamente
          a los bajos de Meixide, donde los barcos que lo escoltaban tuvieron que apar-
          tarse ante el riesgo de embarrancar. El Ariete consiguió pasar a la deriva por los
          bajos sin tocar en ellos, a pesar de las olas de más de 12 metros que sacudían
          violentamente la nave. Pero sobre las 10:00 de la noche, ya totalmente a oscuras,
          embarrancó cerca de la playa del Ardeleiro, en Lira.

















                                        Hundimiento del Ariete


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