Page 53 - selim
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Al final, el gato blanco lo sacó de aquel tran-
ce. El animalito se deslizaba entre las piernas
de los que bailaban y, al estorbar a uno de
ellos, rompió el ritmo.
Selim volvió a acordarse de Yazi y de Semra.
Sobre todo de Semra, porque la callejuela es-
taba llena de la alegre música de la flauta y
de las cadencias del tamboril. Entonces se
puso los dedos en los oídos y, al momento, la
flauta y el tambor dejaron de oírse. Sus pies
se enredaron y perdieron el compás. Intentó
seguir los pasos de los que bailaban, pero sin
ningún éxito.
De todos modos, ya que Semra no podía es-
cuchar la música, a él se le quitaron las ganas
de bailar. Salió del callejón y se metió por una
calle larga que llevaba hasta la suya. A su al-
rededor, las gentes y los automóviles pasa-
ban como sombras silenciosas mientras él
seguía con los oídos tapados.
Cuando fue a atravesar la calzada, vio un auto-
móvil que venía por la derecha. Parecía reducir
su velocidad, y se figuró que iba a pararse.
Pero no oyó el toque de claxon que avisaba:
«Cuidado, date prisa, que voy a pasar.» El con-
ductor no sabía que Selim se había tapado los
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