Page 54 - selim
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oídos,  así que no frenó.  Cuando se dio cuenta
                de que  el  niño  no  había  oído  la  bocina,  ya  era
                demasiado tarde.    El  guardabarros  de  su  auto-
                móvil enganchó a Selim y lo     lanzó sobre el pa-
                vimento, dos metros más allá.


                Se  oyeron   gritos.  Inmediatamente,    Selim  se
                vio  rodeado   por  una  ruidosa  muchedumbre,
                pero él  no la  oía. Y no porque siguiera tapán-
                dose  los  oídos,  sino  porque  había  perdido  el
                conocimiento.


                El conductor había parado el coche y se      había
                bajado del asiento. Se acercó a Selim.

                —¡Pero   si  he tocado el  claxon!  -dijo  con  voz
                temblorosa.   Se  dirigía  a  la gente-:  ¡Les  ase-
                guro  que  he  tocado  el  claxon,  pero  él  ha  se-
                guido cruzando como si no lo hubiera oído!


                —Es   verdad,   papá  ha  tocado   el  claxon  -dijo
                una voz.



                Un  niño se  había  bajado también del auto y se
                mantenía   muy   derecho   al  lado  del  conductor,
                que tenía aspecto de sentirse muy apenado.


                —¡Pues    claro  que  ha  tocado,  estoy  seguro!
                -exclamó    un  hombre-.   Yo  he visto  cómo   ha
                ocurrido el accidente.   Ha sido culpa del chico.


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