Page 49 - selim
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Zuffu










                  UANDO     la  anciana  se  marchó,    Selim
        C empezó            a  sentirse  más  contento.   Era
           como   si  Aixa  se  llevara,  sobre  sus  espaldas
           dobladas   por  los años,  el  peso que  había ago-
           biado al chiquillo durante toda la tarde.





           Selim  se  levantó.  Era  hora  de  volver  a  casa.
           Sobre  el  Bosforo,  el  cielo  se  oscurecía  depri-
           sa,  y  faltaba  poco  para  que  se  hiciera  de  no-
           che.  Al  pasar  por  delante  de  la  entrada  de  la
           mezquita,   Selim   echó  la  cabeza   hacia  atrás
           todo lo que pudo.   Allí estaba su alfombra    má-
           gica...  Se  subió.  Semra  venía  a  reunirse  con
           él y con Yazi.  Los tres juntos volaban alto, tan
           alto  como  para  tocar  la  punta  de  los  minare-
           tes.  Y  Semra  hablaba  con  una  voz  tan  clarita
           como el chorro de    agua que corría   en  la fuen-
           te de azulejos:



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