Page 45 - selim
P. 45

ras  por  fuera,  pero  sí  que  estás  haciéndolo
            por dentro. Anda, cuéntame tus penas.
             —No   puedo   contártelas.   No  hay  que   hacer
            comer a los demás un pastel quemado.


             —¡Ah! -dijo la anciana-, ése debe de ser otro
            de  los  consejos   de  tu  conejo  blanco.   Pero
            mira:  yo  he  comido   tal  cantidad  de  pasteles
            quemados     en  mi  vida,  que  no  me  va a  pasar
            nada   malo  si  me  toca  otro  pedazo.  Y,  ade-
            más,   si  puedo  consolarte,  habré   encontrado
            la perla más bonita de todo el día.


            Selim  la miró,  dudando.   Sentía  una pena muy
            grande,   pero  ¿podía  contársela   a  la  señora?
            Selim   decidió  que  sí  y  las  palabras  salieron
            atropelladamente     de  su  boca,  como    un  to-
            rrente que baja de la montaña.

            —Semra     tiene  miedo  de  mí -dijo,  sorbiendo
            por la  nariz entre frase y frase-. Y el  gato  ne-
            gro  se  ha  escapado...   Yazi  se  ha  escapado
            también, y ya no podré vender mis papeletas.
            Y  casi  ni  me  importa;  de  todos   modos,   no
            puedo venderle ninguna alegría a Semra.


            Y  de  nuevo   le  entraron  ganas  de  llorar,  y  se
            apretó  los  ojos  con  los  puños  para  sujetarse
            las lágrimas.



                                                            51
   40   41   42   43   44   45   46   47   48   49   50