Page 43 - selim
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Al  otro  lado  del  estrecho  estaba  Asia.  Selim
         sabía  que,   antiguamente,    sus  antepasados
         los  turcos  habían  llegado  de  ese  continente
         para  conquistar   la  ciudad  de  Estambul,   que
         en  aquella  época   se  llamaba  Constantinopla.
         Fue  necesario   sitiarla  durante  mucho tiempo,
         porque estaba    muy bien amurallada.


         «¡Qué   bonita  es!»,  pensó  Selim,   mirando  su
         ciudad.



         Recordó   entonces a   una dienta   de  esa  maña-
         na, la  anciana  que  había  admirado  las  cúpulas
           de la mezquita   Bayazit al sol del amanecer, y
         se preguntó si   habría encontrado a   lo  largo del
         día  perlas  suficientes  para  hacerse  su  collar
           imaginario. Porque Selim, aun con la mejor vo-
           luntad del mundo, no podía encontrar ninguna.



         El recuerdo de Semra     no se le  iba de  la cabe-
            za.  Para imaginarse mejor cómo se sentiría
           ella, Selim  se  puso  un  dedo  en  cada  oído y
           apretó hasta que no oyó nada más que el pul-
         so de sus propias venas.


           La ciudad enmudeció de golpe.       Los bocina-
           zos, las sirenas de los barcos, el barullo de la
         gente:  todo  desapareció.    A  todos  los  turcos,



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