Page 98 - selim
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Sí,  allí estaba.  Entró en  el  lago sin vacilar y fue
           a encaramarse sobre la piedra. Después se dio
           cuenta de que    había otra, a un salto de distan-
           cia, y también se subió a ella. Ahora el agua le
           llegaba ya  hasta  la cintura,  pero le traía sin cui-
           dado.   El  corazón  le  palpitaba  por  la  emoción.
           De piedra en piedra, llegó hasta el borde del is-
           lote, sin  pensar ni  por un momento en que po-
           día  haberse hundido en aguas profundas.      ¡Y ni
           siquiera sabía  nadar!



           Fue justo en   el  medio de  la diminuta  isla don-
           de descubrió a    la  cabra.  Estaba allí,  acurruca-
           da  en  un  matorral,  y  debajo  de  ella  se  veían
           dos   preciosos   cabritillos  que  mamaban    con
           ansiedad.


           —¡Ah,    loca,  toquilla!  -dijo  Selim,  acariciando
           a  la  madre-.  ¿Por   qué  te  has  ido  tan  lejos?
            ¿Es  que  no  sabes  que Ahmet está    preocupa-
           dísimo por ti, so tonta?



           Ahora   lo  que  corría  más  prisa  era  tranquilizar
           a Ahmet,    así  que  pronto  estuvo  de  nuevo  en
            la orilla.  Corrió  de  un tirón  hasta  el  gran  reba-
            ño y gritó desde  lejos:

           —¡He    encontrado    la  cabra,  Ahmet!  ¡Y  tiene
            dos mellizos!


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