Page 101 - selim
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Entregó uno a cada niño. ¡Eran una monada!
Selim metió la cara en el suave pelaje del cue-
llo del animal y casi le dieron ganas de llorar
porque en aquel momento se acordó de Yazi.
El cabrito era monísimo, pero ¡cuánto le hu-
biera gustado poder abrazar a su conejo!
—Son dos hembras -dijo Ahmet-. ¿Cuál te
gusta más, Selim?
—Son iguales -respondió Selim.
Y estrechando al animalito que tenía en bra-
zos, y que no se decidía a soltar, añadió:
—No lo sé. Quizá esta misma.
—Entonces, estamos conformes. Ésa será la
tuya -dijo el pastor.
—¿Cómo que la mía? -preguntó Selim, que
no podía creerse lo que estaba oyendo.
—Es la costumbre. Cuando una oveja o una
cabra tiene mellizos, uno de ellos le pertene-
ce al dueño y el otro es para el pastor. Así
que uno me toca a mí, y yo te lo doy. Sin ti,
quizá no hubiera encontrado la cabra.
—Oye, ¿de verdad me la regalas? -preguntó
Selim, sin creérselo del todo aún.
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