Page 94 - UNIVERSIDAD AUTONOMA DE ICA
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Docente: Nathia Erika Castro Vilcapuma


                         - ¿Sabe cómo se llama? -Insisto, ella trata de recordarlo haciendo una cara

                  pensativa.

                         -  ¿Mark?  ¿Carlos?  ¿Sam?  No  lo  sé,  Ada,  no  recuerdo  -Se  encoge  de

                  hombros, quieto saber más.

                          -  Señora  Graham,  ¿no  tenía  que  ir  a  la  bodega  por  más  tarjetas  de

                  cumpleaños?

                         Ella se sorprende, luego recuerda haberlo dicho hace unas horas y decide

                  ir no sin antes cuide la caja. Me acerco lo más rápido que puedo a "Shawn" y hago

                  que me miré de un empujón, lo logró, sus ojos están desconcertados.

                         - ¡Sé quién eres! -Lo enfrento, lo acuso, él toma unas semillas de girasol.

                         - ¿Quién soy? - Me pregunta, sarcástico, sonriendo levemente mientras se

                  evita para ir a la caja registradora. Me enfado. Lo señalo con el pulgar.

                         - ¡Eres Shawn! – Casi le grito, algunas personas que están en la pequeña

                  tienda se giran a vernos, el carraspea.

                         - ¿Shawn quién? Me confundes, niña –Se ríe, poniendo su compra sobre la

                  mesa. Me sigue evitando con la mirada. Me pongo frente él, solo el gran estante

                  de madera nos separa.

                         - Sé que eres tú, demonios, ¿por qué ocultas? -Quiero volver a llorar, pero

                  me aguanto.

                         El suspira frustrado, dejando un dólar sobre la mesa. – Te iba a invitar a

                  salir, pero cuando sepas diferenciar a las personas v dejes de actuar como una

                  loca, me llamas.

                         No  toma  su  compra  y  se  dirige  a  la  mesa,  frustrada,  tomo  la  bolsa  de

                  semillas y se la aviento lo más fuerte que puedo, golpeándolo en la espalda, él se

                  agazapa, me fulmina con la mirada y se va.

                         Yo siento que vuelvo a llorar, pero esa mercancía no se cobrará sola.

                         Al regresar del trabajo, veo a Lucía demasiado enfada fuera de mi casa. Ya

                  sé que me va a echar el típico sermón de que no puedo ir acosando a la gente por

                  el mundo.
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