Page 112 - El toque de Midas
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Recuerdo  que  hace  varios  años  tuve  una  conversación  con  Robert  acerca  de  las  sociedades  y  lo
  difíciles  que  podían  ser.  Él  estaba  justamente  sufriendo  las  tribulaciones  que  provoca  una  mala

  sociedad.  A  mí  me  agrada  hacer  tratos  con  otras  personas,  pero  prefiero  no  formar  sociedades
  porque son demasiado complicadas y en ellas todo puede terminar mal. Hacer tratos es más sencillo
  porque un trato te permite conservar la relación de trabajo pero no conlleva las mismas obligaciones
  que la sociedad. Las sociedades son como el matrimonio: pueden ser maravillosas o terribles. Si te
  es posible, haz tratos con gente que te agrada y en quien confías. De esa manera, cuando termine la

  relación de trabajo, puedes ir a trabajar con otras personas.
        Yo he pasado muchos años trabajando de esta manera. Mi reputación es tan grande que puedo
  llamar a la gente adecuada y lograr que las cosas se lleven a cabo con facilidad. Sé que tal vez no

  cuentes  con  ese  poder  de  convocatoria  todavía,  particularmente  si  apenas  comienzas,  por  eso  te
  recomiendo  que,  a  lo  largo  de  tu  carrera  de  negocios,  mantengas  la  palabra  “trato”  en  mente.  El
  hecho de pensar “es un trato” en lugar de “es una sociedad” o “es un matrimonio”, puede ser muy
  liberador. En este contexto tu mente se abrirá a nuevas ideas. En el caso de situaciones difíciles,
  siempre trato de aplicar el mismo concepto y por eso pregunto: “¿Es un tropiezo o una catástrofe?”

  La  mayoría  de  las  veces  son  pequeños  tropiezos,  pero  sólo  me  doy  cuenta  de  ello  gracias  a  la
  claridad que me da el articular la diferencia. Es sorprendente.


  El arte de la negociación

  La negociación es un arte que debes dominar. A mí se me reconoce por mis habilidades en ese rubro
  fundamental  para  hacer  tratos.  Asimismo,  los  mejores  acuerdos  tienen  la  característica  de  que

  benefician  a  todo  mundo  y  generan  una  situación  en  que  las  ganancias  son  compartidas.  La
  negociación, más que poder, implica persuasión. Es un poco como la diplomacia, aunque, claro, se
  puede ser diplomático y continuar siendo necio. Primero que nada debes saber qué quiere la otra
  parte  y  de  dónde  viene.  Sé  razonable  y  flexible,  pero  nunca  dejes  que  nadie  se  dé  cuenta  de  tus

  intenciones.  El  conocimiento  es  poder,  así  que  trata  de  acumular  la  mayor  cantidad  posible.  Y
  recuerda que la regla de oro de la negociación es: “El que tiene el oro, hace las reglas”. Esta norma
  no  niega  oportunidades  iguales  para  todos  pero,  es  un  hecho  implícito  que,  definitivamente,  está
  presente.  Por  otra  parte,  recuerda  que  tal  vez  estés  construyendo  los  cimientos  para  tratos  de

  negocios futuros, así que enfatiza la equidad y la integridad.
        A la gente le agrada hacer tratos conmigo porque sabe que siempre habrá ganancias, trabajo con
  rapidez y trato a las personas de manera justa. Ésa es la reputación por la que tanto he trabajado, y
  permanece intacta hasta la fecha. No significa que soy una persona fácil, no. En realidad soy muy

  exigente, pero no permito que las expectativas me limiten y, la mayoría de las veces, mis tratos tienen
  buenos resultados para todo mundo. Cuando Robert y yo decidimos escribir nuestro primer libro, fue
  bastante sencillo. Hubo poca negociación porque no necesitábamos arreglar mayor cosa.
        En ocasiones me ha llegado a sorprender que la persona con la que voy a hacer un trato, ignora

  lo que pasa en realidad. De hecho, en muchos casos habría podido aprovechar mi ventaja de manera
  rápida y artera, tan sólo por la falta de información y preparación de la otra parte. Es asombroso. Sin
  embargo, no me interesa aprovecharme de la ingenuidad de otros. Sólo te menciono que es muy buena
  idea  prepararse  lo  más  posible  para  cada  negocio  que  emprendas. A  veces,  claro,  vale  la  pena

  hacerse un poco el tonto. Recuerda el antiguo dicho: “Hace falta mucha inteligencia para hacerse el
  tonto”.  ¿Por  qué  habrías  de  fingir?  Porque  es  una  buena  manera  de  descubrir  cuánto  ignoran  tus
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