Page 210 - Luna de Plutón
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—¡DEDO DEL DIABLO AL 100% Y SOBRECARGANDO MOTORES!

       —¡¡Fuego!!
       Por un momento, el esmalte brillante de la Tungstenio se hizo tan potente, que la

  nave actuaba como un sol para Titán, uno que alumbraba su lado oscuro. El grueso

  tubo de energía cósmica salió disparada como un chorro, un cilindro burbujeante de

  fulgor. Las alas de La Anubis cobraron vida, se llenaron de fuego, la cabeza de lobo se
  convirtió en la de un águila ardiente y las turbinas circulares de la nave encandilaron

  el horizonte de Titán: la nave de los elfos salió disparada hacia delante.

       Panék manejaba el movimiento de la nave con la palanca que llevaba apretada en

  la mano, presionándola hacia delante.
       La Anubis fue rascada por el Dedo del Diablo, llevándose no solo lo que quedaba

  del  escudo,  sino  además  un  largo  tajo  en  su  morro.  Se  coló  por  debajo  de  la

  Tungstenio,  como  un  guepardo  pasando  por  las  piernas  de  un  ogro,  y,  habiéndola
  traspasado, remontó vuelo hacia arriba.

       Pisis y Tepemkau empezaron a flotar en el aire, perplejos. Las astillas de la litera,

  las  sábanas,  se  levantaron  junto  con  ellos.  La  cristalería  del  bar,  copas  y  vasos,
  desfilaron por el aire, así como también las sillas y las mesas. Soldados recorrían los

  pasillos nadando en el aire. Los cabellos amarillos de Hathor, quien seguía plácido,

  con los ojos cerrados, empezaron a levantarse suavemente.

       Degauss  parecía  sentado  en  la  nada;  el  resto  de  la  tripulación  luchaba  por
  mantenerse en sus asientos.

       —El rayo nos ha rozado, Shah. Hemos perdido el sistema de gravedad.

       —Ha  ocasionado  una  grave  interferencia  en  casi  todos  los  computadoras  —

  corroboró la elfa, quien flotaba piernas arriba, y se aferraba al teclado.
       Panék seguía apretando la palanca, viendo, a través de la pantalla, un mosaico de

  estrellas.

       —Sujétense —ordenó, tirando el manubrio hacia sí.
       La Anubis, quien seguía elevándose en pleno espacio, y que todavía parecía un

  ave dejando atrás una larga estela de fuego, describió un arco hasta voltearse y, de

  nariz,  se  vio  boca-abajo,  encima  de  la  Tungstenio.  El  plato  espacial  quedó  al

  descubierto frente a la pantalla.
       —¡Fuego!

       Torpedos de ambas alas de la nave élfica fueron disparados.

       El  primer  impacto  ocasionó  que  Metallus  saliera  eyectado  de  su  silla.  La

  computadora del piloto explotó y este, vociferando, cayó contra la pared contigua. Las
  planchas metálicas que hacían de puerta de la cabina se cayeron envueltas en humo,
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