Page 215 - Luna de Plutón
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tomo todas las decisiones, y tengo la esperanza de que sepas que eso solo quiere decir
una cosa: no todos son yo, no todos los ogros son Metallus! ¡Metallus es uno, y ese es
el que está de pie aquí, hablando! Por ello, y ahora que tienes a esta nave en tus
manos, no mates a toda la tripulación que queda en ella… Eso es lo único que deseo.
Yo me entregaré, y conmigo puedes hacer lo que quieras, todo lo que quieras, mi vida
está en tus manos, pero no los mates a ellos, no vueles en pedazos esta nave. Mátame
mejor a mí.
Las palabras de Metallus causaron una muda colisión en los elfos, quienes, aún en
silencio, y sin dejar de ver impetuosamente al ogro, centraron toda su atención en su
Shah. Este no podía quitar su ardiente mirada de su fatal enemigo, su mente
permanecía aún más sellada, a pesar de que sus profundas emociones fluctuaban
como un mar tormentoso.
—¡Papá! ¡Papá! ¿Qué pasa aquí?
Claudia apareció en el marco de la puerta, la característica falda verde de la niña,
sus pulcros zapatos de charol, y su cara limpia parecían completamente anacrónicas
con la destrucción que había sufrido la nave.
La niña corrió y se precipitó a abrazarlo. Al lado de Metallus, Claudia en verdad
parecía solo una pequeña, que apenas podía apoyar su frente a la cintura de su padre,
quien pasó un brazo alrededor de su espalda.
Panék la observaba con atención, miraba a Claudia fijamente, sintiendo frío en la
piel.
Claudia giró la cabeza para observar la pantalla, perpleja: era la primera vez en su
vida que veía a los elfos, quienes a su vez, la miraban a ella con atención. Sentía un
profundo desconcierto por la forma en que Panék la observaba.
—Sígannos —dijo este, por fin—. Aterrizaremos en Hamíl.
Panék presionó un botón, cortando así la comunicación. Justo en ese momento,
sintió la mano de Degauss sobre su hombro. «Kann estaría feliz».