Page 216 - Luna de Plutón
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LA PARCA IMPERIAL
La luna Galatea, una de las más cercanas a la atmósfera del planeta Neptuno, era
tan extraña como fascinante: para empezar, no tenía forma esférica, sino cónica y
ligeramente alargada (el satélite no mide más de 180 kilómetros). No tiene atmósfera,
o por lo menos no propia, sino un campo de fuerza que ejerce las mismas funciones
que una original, generada artificialmente con tecnología de científicos de Nereida,
otrora luna del gigante planeta cuyo principal (y único) campo de trabajo y fuente de
vida era la ciencia.
Los nereidanos son una raza de números muy escasos y casi nunca se los ve fuera
de su luna. De hecho, muy pocos saben cómo luce un nereidano realmente. El
problema principal, según dicen los entendidos del tema, es que ellos no pueden
respirar en ninguna atmósfera, ni siquiera en la de su propia luna, que es apenas una
delgada y sensible burbuja helada, sino por aparatos y tubos que rodean su cuerpo y
terminan en una esfera de cristal que recubre la cabeza. ¿Cómo llegaron a evolucionar
en tecnología hasta ese punto si ni siquiera en sus principios hubo atmósfera original
que sustente aquella forma de vida? Es una pregunta desconocida que, aún hoy, no
tiene respuesta.
El hecho es que el dueño de la luna Nereida es Osmehel Cadamaren y que así
mismo toda la tecnología, materiales, instrumentos y gigantescos laboratorios de los
nereidanos (que parecen horribles metrópolis enrarecidas, hechas de cristal, bajo una
noche permanente) se los dio él. Por otro lado, aun cuando los nereidanos no sabían
mucho de relaciones interpersonales, protocolos, idilios, familiaridad, amor, nexos o
incluso amistad tal como la conocemos, eso no significaba, bajo ningún motivo, que
no fueran extraordinariamente brillantes en el área intelectual. De hecho, si bien no se
desvivieron en preparar el puerto principal de Galatea para recibir a Osmehel, que iba
de acá para allá con ínfulas de ser el rey de la especie, sí hicieron los arreglos
necesarios para mostrarle exactamente lo que él venía a ver: el fruto de varios años de
investigación, cuyo resultado final se hallaba dentro de las frías cavernas de la luna.
Nadie lo puede negar, esta, sin dudas, era la diplomacia más adecuada para un hombre
como Cadamaren, que siempre rapta en pos a lo suyo. La lujosísima nave en forma de
tren, que parecía una limosina espacial con turbinas adheridas a los costados, atravesó
el espectral campo de fuerza que generaban los dedales robóticos colocados en forma