Page 219 - Luna de Plutón
P. 219

—Es impresionante, ¡es monstruosa! Mojo Bond tenía la boca abierta en una gran

  O.
       —Es  lo  mejor  que  hemos  hecho  —repuso  el  científico,  apoyándose  a  un  corto

  bastón que sostenía con ambas manos.

       —¡Quiero  saber  todo  sobre  ella!  ¡¡Todo!!  —exclamó  Cadamaren,  excitado—.

  Quiero deleitarme escuchando qué tan perfecta es, qué tan invencible soy ahora.
       —Me parece que ser invencible no es una cuestión de niveles, uno es invencible y

  ya, Cadamaren, pero si le causa placer saberlo, sí, es usted virtualmente invencible. La

  tripulación está a bordo, el capitán ha estado aquí desde hace días, no hay nadie mejor

  que  él  para  responder  sus  preguntas.  Para  hacer  el  recorrido  hasta  la  cabina  de  la
  Parca Imperial, Osmehel y compañía tuvieron que abordar una cápsula que no solo

  los transportase dentro de la nave, sino que, además, volase por la espina dorsal de la

  misma, hasta llegar a la bahía número 344, donde había una larga serie de elevadores
  que llevaban directo hasta la plaza 565: el Centro Neural de Comando.

       Durante el trayecto, Bond apoyaba las manos sobre las ventanillas, viendo cómo

  otras cápsulas, transitando la nave, iban de aquí a allá como luces pequeñas, a alturas
  bastante inferiores, aterrizando en puertos de luces, que eran pequeñas ciudadelas. Le

  costaba aceptar que se hallaba dentro de una nave espacial. La cabina no era menos

  impresionante: aquello parecía un gigantesco silo oscuro de dos niveles. En la planta

  baja había nereidanos operando complicadas computadoras en idiomas que solo ellos
  podían  comprender.  Arriba  se  hallaban  más  científicos  observando  a  través  de

  telescopios, revisando radares, trazando órbitas del Sistema Solar, enviando mensajes.

  En  el  centro  había  varios  sujetos  altos,  blancos,  plutonianos  y  seres  vampíricos,

  vestidos con uniformes militares, comandantes de la nave. Y en el medio, un sillón de
  respaldo negro y gótico, como confeccionado dentro de la pesadilla de una criatura

  maligna.

       La silla se giró rápidamente, una bota negra se frenó en seco, y de ella se levantó
  un  hombre  alto,  casi  tanto  como  Cadamaren,  delgado,  absolutamente  calvo.  Tenía

  quijada  puntiaguda,  nariz  aguileña,  sienes  pronunciadas  y  venosas,  labios  muy

  delgados  y  largos,  y  unos  pequeños,  brillantes,  espejuelos  redondos  y  negros

  colocados sobre cada ojo.
       —General Meinhardt Hallyfax —exclamó Cadamaren, extendiendo su mano.

       —¡Presente! —contestó este, dándole un fuerte apretón.

       —Lo mejor del Sistema Solar.

       —Me hace sonrojar usted. Es casi un hecho que exageran.
       —¡Inútil  modestia!  ¡¡Quinientos  combates  capitaneando  naves,  y  jamás  ha
   214   215   216   217   218   219   220   221   222   223   224