Page 223 - Luna de Plutón
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Bond sintió la necesidad de aferrarse a la silla de un plutoniano, aun sin sentir vértigo
real. En poco tiempo, apareció, poco a poco, la figura cónica, alargada de Galatea, con
la compuerta principal abierta, reflejando el espectro del laboratorio por destellos
violeta.
—¿Está seguro de que conocen el camino a casa, Chakross?
—Seguro, Cadamaren…
—¡Fuego! —ordenó Hallyfax, levantando un brazo.
Un misil, rodeado de un espeso fuego blanco que lo hacía parecer una medusa,
salió disparado de algún lugar en el estómago de la nave, y, describiendo un arco
directo, se metió impecablemente dentro de la entrada sur de la luna.
Los nereidanos, reunidos y apretujados entre sí, veían llegar el inmenso proyectil,
sin hacer nada. El pavoroso estruendo se escuchó incluso desde afuera, la nada vacía
del universo cobró vida ante el reclamo de las cavernas de la luna que, por momentos,
se convirtió en una linterna espacial. Por su orificio vomitó luz, fuego y por último
vapor, que poco a poco se fue degradando hasta un millar de dedos de polvo, que se
perdían en el universo.
—Quid pro quo, Chakross, me alegra que usted y algunos de sus hombres se
queden con nosotros para tan excitante aventura. Estoy seguro de que posiblemente
despierte en su naturaleza gélida ciertas emociones que sin duda le parecerán tan
interesantes como la ciencia.
Cadamaren sonrió acomodándose las solapas, mientras que los tripulantes
nereidanos de la cabina, cabizbajos, operaban los sistemas, en silencio.
—Ahora, si me disculpan —continuó—, iré a descansar a mi pieza. Ha sido un
viaje largo y quisiera renovar mis energías. Lo dejo, Capitán.
Cadamaren pasó a través de la puerta automática que lo llevaba de vuelta a la
plaza, el Centro Neural de Comando, siendo seguido servilmente por Mojo Bond,
como un enano rengo. Una vez bajaron por el turbo-ascensor, una cápsula espacial los
condujo a través de la Espina Dorsal hasta la Bahía Superior de Dormitorios, donde se
hallaba el despacho y aposento de los tripulantes de más alto rango de la Parca
Imperial.
—¿Todo fue como usted lo planeó, señor? —se escuchó decir a la voz
difuminada, tenue, de Mojo.
—Mejor. Tanto así que estoy dispuesto a quedarme a bordo para cuando batallen
con la Tungstenio. De hecho, esta nave será mi nueva residencia.