Page 225 - Luna de Plutón
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brazo la espalda de Tepemkau, quienes recibían la brisa, la luz del día, y a su propio
pueblo natal como niños que por primera vez, después de un largo tiempo, vuelven a
casa.
El padre de los chicos se detuvo en medio camino, se dio media vuelta, y esperó
por espacio de varios segundos a que Hathor se apareciera por la enorme boca de la
compuerta, acompañado de Knaach.
Metallus, con una mano apoyada al borde de la portezuela principal de la nave, y
con un montón de cabezas de ogros tras él, veía la escena, sumido dentro del mar de
su propia conciencia, mientras una brisa fresca acariciaba su barba sucia de polvo. El
delgado, largo, tubo plateado que tocaba al suelo para posteriormente fundirse en una
escalera ya había sido echado. El rey de los ogros sintió el brazo de su hija abrazarlo
por la cintura.
—Papá…
Metallus le puso una mano en la cabeza y sonrió con levedad. Claudia giró la
cabeza para ver al exterior, para explorar una tierra tan rara, pero a la vez tan hermosa.
Al ver la nave élfica, vio descender a una figura en cuatro patas por la rampa: la chica
abrió los ojos a su máxima capacidad.
—¡Knaach!
Bajó las escaleras corriendo, sorda a un coro de gritos tras ella que le pedían que
volviera.
—¡KNAACH!
Hathor fue el primero en girar la cabeza, serio, viendo hacia la Tungstenio, sin
embargo, el felino, quien también pudo oír su nombre, se giró completamente. La
figura regordeta y enorme estaba allá, a lo lejos, viéndolo.
—¡CLAUDIA!
Ambos se quedaron pocos segundos tiesos y, acto seguido, empezaron a correr
hacia sí.
—¡Claudia, Claudia!
—¡Knaach, Knaach!
—¡Ooh, Claudia…!
—¡Knaaaach, Knaaaach!
—¡Claaaaudiaaaa!
—¡Knaach! —gritó la niña, con la falda volando por el aire, y ambos brazos
abiertos.
—¡Claudia, Claudia!
—¡Ay, Knaach!