Page 224 - Luna de Plutón
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REENCUENTRO EN HAMÍL
La Tungstenio consiguió aterrizar a duras penas en las afueras de Hamíl, el destino
decidió que fuera la misma zona donde años atrás, la Nave Imperial de Metallus
descendiera durante la invasión a Titán. La Anubis se posó pocos kilómetros más
cerca del pueblo, encarando a la nave enemiga. Ambas distaban, por mucho, de ser
aquellas brillantes obras maestras de ambas razas, con las cuales se disputaban la
superioridad logística en el espacio; a La Anubis le faltaban pedazos de sus alas, gran
parte del fuselaje estaba fundido por una mancha que parecía una enorme criatura
negra chupándole sangre y las turbinas se hallaban tan severamente deterioradas que
parecían basura; mientras que la Tungstenio tenía parte de su circunferencia desollada,
y convertida en un enmarañado metálico de vigas. Los elfos, sorprendidos, salían de
sus casas en el pueblo, y se agolpaban en las afueras; mujeres, niños, jóvenes y
adultos viendo boquiabiertos ambas naves, intentando imaginarse por qué la
Tungstenio había aterrizado ahí. Muchos otros, en cambio, pensaban más en sus
familiares: hijos, hermanos o padres, que eran tripulantes de la nave élfica. Estos
últimos fueron quienes se atrevieron a acercarse, hasta quedar arropados por la
sombra de la cabeza de lobo de La Anubis.
Los ogros se asomaban por la portezuela principal de su nave, esperando a que los
elfos fueran los primeros en bajarse de la suya, para así tener algún permiso moral de
descender. Metallus ya había hecho correr el pacto de su convenio con Panék, y le
estaba prohibido a todos desobedecerlo: ellos debían esperar sumisamente las
instrucciones del Shah durante su estadía en Titán, mientras que el rey se entregaría a
la justicia élfica, sea lo que sea que le deparase. Aun con la orden vigente, hubo
protestas e intentos de revuelta por parte de soldados que no estaban dispuestos ver
morir a su rey, sin embargo, este dispuso al líder de cada pelotón a que controlara
cualquier foco de este tipo, instándoles inmediatamente a abandonar esa actitud, pues
en caso contrario no solo estarían diezmando la promesa y la buena palabra del rey,
sino que conseguirían cargos más graves por parte de la Hermandad Federal de
Planetas Unidos. De La Anubis echaron una plataforma que sirvió como puente de
descenso para que la tripulación empezara a bajar.
Muchos elfos corrieron para recibir a los suyos, mientras que otros, en cambio,
esperaron en vano. Panék bajó tomado de la mano con Pisis y rodeando con el otro