Page 218 - Luna de Plutón
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laberintos.  Torres,  recovecos,  paredes,  caminos,  aspas,  filamentos  transparentes:  un

  laboratorios  gigante  que  brillaba  en  la  oscuridad.  Conductos  cristalinos  que  venían
  desde alturas abismales bajando en espirales, bombonas con líquidos burbujeantes de

  aspecto  grotesco,  titánicos  corazones  negros,  torres  de  Babel  echas  de  vidrio  que

  subían y bajaban. Una visión vomitiva, enferma, gris, casi infinita.

       Los  nereidanos  se  movían  por  todos  lados,  como  hormigas  muy  lentas,  sin
  distraerse,  trabajando  y  operando.  Lo  más  tétrico,  sin  embargo,  estaba  flotando  ahí

  delante  de  ellos,  amarrado  con  miles  de  cadenas  que  salían  de  todas  las  paredes

  rocosas de arriba y de a los lados: parecía la punta de un gigantesco triángulo negro,

  que terminaba en una afilada nariz, capaz de apuñalar el corazón de una luna.
       De la parte inferior de aquel enorme objeto, había cientos de miles, tal vez millares

  de ventanillas amarillas (vista desde donde Cadamaren estaba de pie, parecía como si

  a  toda  una  ciudad  la  hubiesen  fusionado  en  un  solo  edificio,  el  efecto  real  de
  enormidad era apabullante).

       Desde  el  morro  de  la  nave,  extendiéndose  hacia  atrás,  burbujeando  dentro  del

  fuselaje, se hallaba una tremenda cantidad de grandes faros blancos, como si fueran
  los ojos palpitantes de una araña cósmica.

       —Aquí está, Cadamaren.

       El magnate dio dos pasos al frente y levantó los brazos, abriendo bien los ojos.
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