Page 279 - Luna de Plutón
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—El anonimato ya empieza a ser molesto, «Shah» —dijo, burlonamente—.
Además, ¿no tienes mejores preguntas que hacerme, aprovechando que puedes
hablarme de nuevo? ¿Como por ejemplo, qué es esa nave negra? Panék giró la cabeza
para observar a Knaach, como si fuese un intruso.
—Vamos a hablar en privado. Y tú vienes con nosotros, Hathor.
Los tres elfos desaparecieron tras el portal.
Knaach se sacudió la melena, y se dio media vuelta, caminando a través de la
compuerta del lado opuesto, que lo llevó a lo que él ya tenía denominado
mentalmente como «los pasillos de platino» en su mapa mental de la nave. El león
trató de no pensar mucho en todo lo que había visto, lo que Panék y el sujeto extraño,
llamado Amén, hicieran, no era problema suyo; y tampoco le interesaba en lo más
mínimo. Solo quería conversar con Hathor, para que este le explicara por cuenta
propia lo que deseara contarle. Era evidente —pensó— que a Hathor no le agradaba
en lo más mínimo su padre, que dicho sea de paso, a pesar de todos los poderes que
tiene, habla como un loco, y actúa como uno. Tal vez por eso lo han mantenido en
secreto. Por lo menos, ahora imperaba cierta sensación de seguridad. Llegó hasta una
redoma dentro de los pasillos, que se dividía en tres caminos que se perdían a la vista,
cada uno lleno de salas. Knaach sabía qué camino tomar, sin embargo, un sonido
familiar le llamó la atención, y decidió desviar su rumbo, para introducirse en la Sala
de Ingeniería.
Apenas la compuerta se dividió en dos, se llevó una sorpresa al ver a dos sujetos
trabajando arduamente en reparar un sistema fallido gracias al rayo tractor de la Parca
Imperial, que los elfos no se habían dado aún a la tarea de arreglar por sí mismos.
Eran Hermoso y Precioso. Los leones se estaban manchando de aceite.
—Oh, hola, Knaach.
—¿Ustedes? ¿Qué hacen aquí? —preguntó sorprendido.
—Pues reparando una fuente de energía alterna que sufrió un cortocircuito —
contestó el otro—. No podemos aplazar el trabajo porque si no, la enfermería podría
quedar con un bache en su flujo de energía. ¿Te puedes imaginar algo más horrible?
—Pero… ¿Ustedes saben de esto?
—El señor Degauss nos enroló en la nave como alférez. No es un rango muy alto,
pero él dijo que estaba sorprendido por nuestros avances —repuso Precioso.
Knaach quedó en silencio, viendo cómo los leones intercambiaban herramientas
con sus gruesos dedos, y arreglaba cada cual, por su lado, esto y aquello,
concentrados.
—Estuvimos meditando mucho —dijo Hermoso, al ver que Knaach se quedaba