Page 274 - Luna de Plutón
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—Sí, Shah.
—¿Qué ha pasado con la Parca Imperial? —intervino Degauss.
—Sufrió un impacto, señor —contestó el ingeniero, leyendo rápidamente los
datos que caían del holograma—. Su escudo está descompuesto, pero el fuselaje está
intacto. El daño ha sido mínimo.
—¿Quieres decir que recibió un golpe directo del arma secreta de los ogros y está
intacta?
—Me temo que sí, señor.
—¡Alerta, Shah!
—Oh, por dios, ¿qué sucede ahora?
—¡La nave enemiga se está moviendo! ¡Va tras nosotros!
—¡Aumenten la energía de los motores ahora!
—No, nosotros estamos a salvo, Shah.
El problema es la Tungstenio. ¡A la velocidad que va, la Parca Imperial les dará
alcance en cinco minutos!
—Abra una comunicación con la Tungstenio.
Pronto, la pantalla principal de la nave reflejó a Metallus y el resto de la cabina. El
anciano Rockengard estaba sumido en sus propios controles, trabajando, así como el
resto de la cabina exhalando en atmósfera tensa.
—¿Qué sucede? —preguntó Panék, de pie—. ¿Por qué no aumentan la velocidad?
—¡Porque hemos disparado el Dedo del Diablo! ¡Tenemos un déficit de energía, y
los motores deben recargarse! —contestó Metallus—. ¡Eso, y que además llevamos
sobrecarga, pues tenemos a bordo a toda Hamíl!
Pisis y Tepemkau salieron de detrás de la silla de Metallus.
—¡Hola, papá!
—¡Ufa! ¡Me siento como enana en este sitio!
Panék levantó instintivamente el brazo, como si a través de la pantalla pudiese
tocar a sus hijos. Justo en aquel momento, un sonoro golpe, seguido por una
turbulencia, impactó en la nave de los ogros.
—¡Señor, la nave enemiga nos dispara con proyectiles láser! ¡Escudos al 80%!
Otro golpetazo, que tiró a los chicos al suelo, hizo sacudir la cabina.
—¡Escudos al 65%!
Panék se dio media vuelta.
—Den la vuelta, carguen los torpedos, vamos a pelear contra la Parca Imperial.
—Puede que nuestros torpedos hagan algo de efecto ahora que el escudo de ellos
ha bajado considerablemente. Aun así, las probabilidades siguen siendo mínimas.