Page 276 - Luna de Plutón
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—¡No lo puedo creer, DIO! ¡NO LO PUEDO CREER! ¡Casi los matan!

       La  esfera  metálica  de  color  negro  giraba  a  su  lado,  mostrando  imágenes  de  la

  Parca  Imperial,  de  Meinhardt  Hallyfax,  de  Metallus  del  Titanium  y  de  Panék.  Los
  cabellos plateados del poderoso elfo estaban erizados como por una brisa, a la vez que

  extendía  sus  dos  brazos  hacia  delante.  Varias  millas  frente  a  él,  el  gigantesco  Vigor

  Cósmico,  deshaciéndose  lentamente,  estaba  atrapado  entre  dos  paredes  de  energía,
  que difícilmente la habían contenido.

       —¡Vaya,  vaya!  —exclamó,  tras  otra  risotada—.  ¡Nunca,  DIO,  nunca  pensé  que

  lograran darme trabajo con sus… máquinas! ¡Pero casi lo hacen! ¡Caramba! Pero nos

  hemos divertido mucho, ¡a que sí, DIO! ¡Jaja! ¡A que hace años no me ves divertirme
  así!  Pero  tal  vez  debí  intervenir  un  poco  antes  ¿no  te  parece?  Tst…  Creo  que  por

  querer ver todo el espectáculo, he dejado que pasara más de lo necesario, ni modo…

  Esto los detendrá un rato… ¡Anímate, Dio! ¡Vamos a hacer una visita!












       Degauss veía, junto con el resto de la tripulación, al enorme sol azulejo que estuvo

  a  punto  de  darles  muerte,  atrapado  entre  dos  campos  de  energía,  por  cuyo  otro
  extremo  se  veía  a  la  Parca  Imperial,  que  disparaba  contra  la  pared,  intentando

  traspasarla.

       —¡Shah! ¡Nos llaman de seguridad!

       —¿Qué sucede?
       —No  lo  va  a  creer,  pero  dicen  que  alguien  está  «tocando  la  puerta»  tras  la

  compuerta principal de la nave.

       —Ordene  a  los  hombres  que  salgan  de  ahí  y  abra  la  compuerta,  déjelo  pasar.

  Degauss, quedas al mando de la nave. Yo voy a recibirlo.
       —Sí, Shah.

       Los  elfos,  boquiabiertos,  veían  a  través  de  la  ventanilla  de  la  puerta  a  la  esfera

  negra flotante y al hombre, como si este fuera un dios. Apenas la compuerta tras él se
  cerró, apartándolo del universo, este se sacudió sus cabellos blancos, mostrando sus

  orejas puntiagudas, y saludó con la mano a los tripulantes, que se hallaban aterrados
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