Page 275 - Luna de Plutón
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—Lo mismo opino —dijo Rockengard levantando la cabeza—. Ni aun entre los

  dos tenemos un chance. Vi trescientas bahías de torpedos. Ni siquiera sumando las
  nuestras nos acercamos a eso.

       —Metallus, ¿cuántos proyectiles pueden disparar al mismo tiempo?

       —¡Seis,  pero  tenemos  que  sacrificar  mucha  energía,  que  prefiero  guardar  para

  aplicar otra vez el Dedo del Diablo! ¡Pero aun así la fuerza que tendría será solo el
  50% de lo que fue antes!

       —Vale  la  pena  intentarlo,  tal  vez  consigamos  que  detengan  su  nave  para  hacer

  reparaciones. Nosotros vamos a intentar distraerlos y esperaremos a que carguen sus

  motores. ¡Preparen torpedos!
       Dicho esto, un golpetazo sobre La Anubis hizo que una computadora explotara, y

  el elfo que estaba sentado frente a ella cayera al suelo junto con el respaldo de su silla

  roto, cubriéndose el rostro.
       —¡La Parca Imperial nos dispara también!

       La Anubis apenas se alineaba por varias millas de diferencia con la Tungstenio,

  tratando de adelantarse a ella. El gigantesco monstruo espacial, haciéndose cada vez
  más  inmenso,  repartía  castigo  a  ambas  naves  por  igual.  Los  láser  que  disparaban,

  delgados y azules, abría cicatrices sobre el fuselaje de ambas naves.

       De las fauces de la Parca Imperial, el inmenso cañón del Vigor Cósmico (que era

  del mismo tamaño que la nave élfica) se asomaba otra vez, reuniendo energía. Poco a
  poco,  de  la  punta  oscura  del  mismo,  los  tentáculos  arácnidos  se  asomaron,

  hambrientos, histéricos, resonando como una bola de hormigas eléctrica.

       —¿A  quién  de  los  dos  voy  a  matar  primero?  —se  preguntó  Hallyfax,  con  una

  enorme sonrisa en el rostro, mientras sus serviles criaturas lo atendían—. ¿A quién
  vuelo  primero  en  pedazos?  ¿A  Metallus  o  al  pequeño  que  me  ha  hecho  daño?  ¿A

  quién? Oh, me voy a comer los tirones de carne que queden entre los escombros de

  ambas naves.
       El Vigor Cósmico ya estaba listo, crujiendo y danzando sobre la punta del cañón.

  Finalmente,  cuando  se  disparó,  para  poner  fin  a  La  Anubis,  una  pared  de  energía

  magnética la detuvo. Una estridente risa, por momentos, cundió al universo entero.

       —¡¿Qué diablos ha sido eso?! ¡¿Qué ha pasado?!
       —C…  Capitán  Hallyfax,  N…  No  lo  va  a  creer  —gimió  un  plutoniano,  viendo

  desde su monitor—. ¡Hay un elfo allá afuera, flotando!
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