Page 324 - Luna de Plutón
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El chico llenó sus pulmones de aire y su rostro se tornó similar al de una fiera, que
bajaba la frente y veía hacia delante con sus ojos rasgados. Sus pupilas, por
momentos, parecieron hacerse más pequeñas y una alfombra delgada de sudor
aparecía en su cuello. La bomba atómica pasó bajo la cabeza del Pegaso y, a unos
metros de hacer contacto con el pecho de la nave, se empezó a estirar como un fideo.
El receptáculo se deshizo igual a un fajo de cartas, anillo por anillo, cada uno tan
angosto como una baraja, mientras que su líquido vital se derramaba fuera, en gotitas
mínimas, que pronto se difuminaron en una brizna microscópica. Hathor mostró sus
colmillos, viendo a través de la ventanilla, concentrando toda su fuerza en la Parca
Imperial. Los receptáculos nucleares alrededor de ella empezaron, progresivamente, a
alejarse, uno a uno, como si hubiesen cobrado vida y decidido perderse rumbo a
Saturno, rompiendo así el escudo que formaban alrededor.
—¡Capitán Hallyfax! ¡Las bombas! ¡¡Las estamos perdiendo!! Hallyfax giró su
cabeza lentamente, como si estuviese poseído por un demonio.
El vampiro, sudando, con la cara irradiada por la luz azul del monitor, confirmó el
hecho, y repitió:
—¡¡Las estamos perdiendo!!
—¡Ya las has perdido casi todas, Shah! —anunció un elfo.
La pantalla reflejaba solo dos, rodeando a la Parca Imperial, que no tardaron en
moverse y alejarse rápidamente en una línea recta.
—Cañón principal del Pegaso listo, señor…
Panék frunció el ceño, y entrecerró los ojos.
—Fuego.
Del estómago de la nave osiriana se asomó un gigantesco cañón plateado, que se
alargó sobre la cabeza de la nave. Los motores empezaron a brillar, a medida que el
tubo exhaló una tormentosa aura dorada. El agujero refulgió, arrojando un puño de
energía, encabezada por una estrella brillante y blanca, con una cola larga.