Page 320 - Luna de Plutón
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LA BATALLA FINAL
—Entrando a la órbita de Plutón.
—¿Han hallado residuos en los radares?
—Nada, Capitán, solo el mismo rastro de partículas, en dirección a la luna de
Plutón.
Hallyfax se frotaba la barbilla, sus delgados labios, pegados uno contra otro, se
torcieron moderadamente, a la vez que examinaba el satélite plutoniano que se
reflejaba cuán grande era a través de la pantalla.
—¿No estarán del otro lado, Hallyfax? —preguntó Cadamaren.
—Los radares de la Parca Imperial son lo suficientemente potentes para detectar
qué habría detrás de veinte lunas de igual tamaño que Caronte puestas una otras otra.
¿Dónde podrán estar metidos?
Mojo Bond tenía las manos tomadas tras la espalda, viendo con la boca
estúpidamente abierta el monitor.
—¿No se habrán salido, en su desesperación, de la frontera de Plutón? ¿Ido más
allá?
—No creo —aseveró Hallyfax—. Algo raro está sucediendo aquí.
—¡Capitán, veo algo!
—¿En cuál radar?
—Por ninguno, señor, lo estoy viendo con mis ojos. En la pantalla. Mire ahí, al
este de Caronte.
Tardaron en encontrarlo, pero ahí estaba: algo transparente, fusionado con el
universo, como si fuese un espectro visible solo porque las estrellas se veían
difuminadas tras él, surcó la luna en un segundo y luego giró para volar directamente
hacia la Parca Imperial. Hallyfax se levantó de su silla y caminó lentamente, perplejo.
—¿Qué diablos es eso?
El Pegaso se materializó como si hubiese saltado del agua. Las alas transparentes
en realidad aleteaban, como si fuesen las de un águila gigantesca, y cuando lo hacían,
dejaban un rastro de fuego que resonaba como el grito de un monstruo. De entre sus
alas salieron, uno tras otros ocho proyectiles, igual a cometas, con colas larguísimas y
refulgentes, que persiguieron e hicieron blanco contra la Parca Imperial.
El primero penetró el campo de fuerza y cayó sobre el cuerpo de la nave