Page 316 - Luna de Plutón
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vibraciones que venían de la esfera luminosa.

       —Ellos solo existen en su mundo. Jamás salen de ahí. ¿Cómo es posible?
       —Los  fuegos  fatuos  son  seres  xenofóbicos  por  naturaleza,  y  siempre  han

  rechazado la presencia de otras razas en su planeta, que no es más que un inmenso

  mar  pantanoso  y  oscuro,  donde  nunca  hay  claridad.  Cadamaren  les  prometió  no

  interferir  nunca  jamás  con  Urano  y  dejar  a  su  planeta  en  solitario,  si  lo  ayudaban.
  Estos  accedieron  y  él  consiguió  la  forma  de  que  pudieran  obrar  físicamente  sus

  conocimientos,  conteniéndolos  en  trajes  para  que  pudieran  palpar  objetos,

  herramientas,  les  dio  algo  que  se  asemejase  a  un  cuerpo  —reflexionó,  viendo  la

  placenta de cables, fibras y cristales regadas en el suelo, bajo Chakross—. Si hay un
  ser remotamente tan antiguo como los osirianos, son los fuegos fatuos, que poseen

  una inteligencia formidable. Con esos conocimientos, construyeron la Parca Imperial.

       El ogro cruzó los brazos.
       —Eso explica por qué nunca entendimos nada de la arquitectura de ese monstruo

  gigantesco —gruñó.

       —Es una pena que su idiosincrasia no les haya permitido compartir tan valiosos
  conocimientos con nadie más.

       —O tal vez haya sido para bien… ¿Qué hacemos con él?

       Degauss se dio media vuelta, y, girando la cabeza una vez más para observar al

  fuego fatuo que levitaba tras el cristal, dijo:
       —Déjenlo ir. Nada ganamos con tenerlo prisionero. Vamos a darle lo que quiere.

       El ogro dio la orden de que levaran las poleas de la probeta.

       Chakross desapareció tan rápido como si fuese un rayo de luz, moviéndose con

  una agilidad magistral que para nada asemejaba a lo que era cuando llevaba su cuerpo
  artificial. El fuego fatuo supo encontrar la salida fuera de la luna de Plutón y, por sí

  mismo, comenzar el camino para iniciar su viaje a casa, en Urano.












       La sala de control del Pegaso era impresionante, y enorme. Era por lo menos diez

  veces el tamaño de la de La Anubis. La pantalla principal era inmensa, y la silla de los

  tripulantes  era  meramente  holográfica,  tal  como  las  escaleras  que  servían  para
  ascender  hasta  el  interior  de  la  nave.  Un  ingeniero  temblaba  de  emoción;  en  su

  condición de elfo y de científico, eso era mucho decir.
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