Page 314 - Luna de Plutón
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—Con solo pedírselo mentalmente al monitor. Y no solo a la Tungstenio, ya lo
hemos probado también con La Anubis, y funciona a la perfección. Tienen a bordo un
laboratorio magnífico, por cierto.
Degauss observó con sorna al ogro.
—¿No es acaso eso espionaje?
—Es amor a conocer más. Lo cierto es que el Pegaso está conectado con toda
Plutón. Todo el interior de la luna está regido por una ley física artificial distinta a la
realidad de nuestras lunas, todo hecho a medida de los osirianos. Por cierto, mostrarle
esto no fue la razón por la que lo he mandado a llamar…
—¿Para qué ha sido?
—Verá usted: cuando la Tungstenio se acercó a pocas millas de la Parca Imperial,
para disparar por segunda vez el Dedo del Diablo, antes que AQUEL formidable ser,
Amén, interviniera y nos mandara hasta acá, los motores de nuestra nave, que
succionan energía para volverla a expulsar por las turbinas laterales, atrapó algo muy
curioso, que provino de la nave enemiga… Mírelo usted mismo.
Al frente, en una probeta de vidrio gigantesca, que estaba sellada y aislada por
completo, se hallaba, entre un aire neblinoso y turbio, una figura pequeña, miserable,
harapienta y maltrecha, arrastrándose por el suelo con dificultad, como un insecto que
ha sido pisado.
Era Chakross, el científico nereidano, quien recibió a Cadamaren en el puerto de
la luna Galatea, para presentarle a la Parca Imperial. Su casco, resquebrajado, estaba
sucio por dentro, como si bilis marrón se hubiese derramado, el único ojo sano que le
quedaba veía expectante a Degauss.
—Por lo que nos ha dicho, pensé que tal vez a usted le interesaría verlo.
El elfo colocó su mano sobre el cristal, y acercó la cabeza para ver a la criatura,
que estaba desparramada adentro, entre un centenar de cables húmedos, que parecían
órganos.
—¿Quién eres? —preguntó Degauss, en voz alta.
«Soy Chakross».
Degauss y el científico se vieron la cara e, instantáneamente, volvieron a fijar sus
miradas sobre la figura miserable dentro de la probeta.
—Es un telépata…
La cabeza se levantó lastimosa y lentamente, para ver mejor al elfo.
—¿Qué eras tú de la Parca Imperial? ¿Qué cargo y posición ocupabas ahí?
«Yo la construí», siseó la voz jadeante, oscura, dentro de la mente de Degauss.
—¿A qué raza perteneces?